José Manuel Otero Novas, vigués, abogado del Estado, ex ministro de UCD (Presidencia y Educación), acaba de sacar un libro: "Asalto al Estado. España debe subsistir" (Biblioteca Nueva), que este libelista va a comprarse por 22 euros de vellón, siempre que las librerías viguesas, que son como son, se avengan a vendérselo.
En una entrevista con Televigo, Otero Novas apuntó algunas tesis interesantes:
1- El Estado español ya es un estado débil, en especial, por la dinámica de descentralización. De las 32 competencias que se le reservaban al Estado en exclusiva en la Constitución, le quedan ya muy pocas.
2-Ese Estado débil deja a España con pocas defensas frente a las políticas de Estados con apetencias no necesariamente territoriales (aunque algunos sí, como Marruecos), pero sí económicas. Es el caso, señaló, de Francia y Alemania.
3-Tras la muerte de Franco, en noviembre de 1975, España regresó a la situación del 36, en términos de división ideológica. El pacto constitucional del 78 encarnó la voluntad de las dos partes de aceptar la convivencia. Para ello, todos tuvieron que rebajar sus
planteamientos. Si ahora, alguna de las partes quiere conseguir más de lo que entonces obtuvo, esto hace regresar el debate al punto de partida, es decir, al proceso constituyente. Y, por lo tanto, de nuevo al 36.
4-En la historia española, los procesos de desguazamiento de la nación han conducido siempre a derramamientos de sangre. La situación actual le recordaba mucho a la del reinado de Enrique IV ( siglo XV, hermano de la que sería luego Isabel La Católica), época en la que los nobles acudían al rey para pedirle "trozos" de poder real, y el monarca cedía. Hubo guerra civil.
Es probable que estas referencias a posibles enfrentamientos civiles les parezcan apocalípticas o infundadas a algunos o a muchos. Nadie sabe lo que puede ocurrir en el futuro. Pero sí se sabe lo que ha ocurrido en el pasado (¿a que parece una frase de Quintana, pero más inteligente?). España y yo somos así, como dijo el otro. Y, en fin, quienes conocemos a la izquierda española de cerca, sabemos que no se detiene fácilmente en el camino hacia el precipicio.
La voluntad de convivir, de ser demócratas, civilizados, amables, y todo eso, que expresan muchas gentes de derechas o de centro, como quieran, es muy loable. Pero poco realista. No saben a quién tienen enfrente. A la derecha española le pasa ésto: sólo cuando la tienen contra la pared, acogotada, a punto de cepillársela, se revuelve. Es ya tarde y ha de recurrir a la fuerza bruta. Pero se ha resisitido obstinadamente hasta ese momento a tomar en serio el peligro.
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