Rosa Montero se nos aparece hoy en el Faro de Vigo con este pastelito de merengue, y ese atinado análisis de la situación: en España nos estamos dividiendo por culpa de palabras.
Ya lo decía yo, que la culpa era de que hablando no se entiende la gente.
Aquí el primer bocado de la pieza cremosa con la salsa añadida por Fernando Franco:
Cuido las palabras porque tienen un valor inmenso. Con ellas se puede hacer una cosa y la contraria. Crear paraísos o luchar contra el horror pero también crear infiernos, deformar la realidad. No hay un horror que no tenga detrás una escalera torcida de falsas palabras. En España nos estamos dividiendo demasiado por culpa de palabras que nos ponen en un equipo u otro, en uno u otro partido... y eso nos puede acabar haciendo un daño horrible".Hablaba así Rosa Montero ayer en el Club FARO, iniciando el nuevo ciclo con una entrevista-coloquio para la que tuvo como presentador e interlocutor a Manuel Ángel Candelas, profesor de Literatura Española de la Universidad de Vigo. Caliente aún su último libro, "Historia del Rey Trasparente" (Alfaguara), la periodista y escritora desgranó las claves de este último trabajo, que ella considera su mejor obra. Y, claro, habló de las palabras porque ella las cuida, mima, crea y recrea, construye y reconstruye cuando escribe, con minuciosidad maniática según reconoce. "Todas esas palabras maravillosas que nos calientan el corazón -justicia, libertad, amor...- pueden ser torcidas, reconvertidas en banderas, palabras asesinas. En mi libro se habla de la compasión como un elemento del aprendizaje de la protagonista, porque esa capacidad de sentir con el otro es básica para que nos comprendamos".
Escuchad a sor Montero. Sed buenos.
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Libelista, con este Manuel Candelas, el presentador de la conferencia y profesor de Literatura Española en la UVigo, he tenido yo alguna relación. Es de esta gente socialista medio decente; quiero decir, con esa decencia que le queda a uno después de llevar toda la vida leyendo "El País", y que se sustancia en ese "blandismo de alma" del que hace gala Rosa Montero.
ResponderEliminarQuizás esto te ayude a "ubicar" mejor al personaje: Presentó a Carlos Fuentes en la ceremonia de concesión del Doctorado "Honoris Causa" en la UVigo.
No cabe dudar, pues, de su "rosamonterismo".
Soy el aludido Manuel Ängel Candelas. Yo entrevisto a Rosa Montero: no estoy obligado a compartir ni una sola palabra del entrevistado. He entrevistado a Pérez Reverte (sobran comentarios sobre su candidez). He presentado a López Morales, conspicuo combatiente de todo indigenismo y defensor de modelos liberales para LAtinoamérica. HE presentado al aún comunista Luis Sepúlveda, y recientemente al historiador y escritor frecuente de la tercera del ABC (leo algo más que EL PAÍS y muchos periódicos más que muchos de los que en este foro escriben)don Manuel Fernández Álvarez. Hemos traído a Saramago, con quien no comparto ni su estética. Pero eso no es lo importante, porque no soy el protagonista de la cuestión.
ResponderEliminarY efectivamente he sido padrino de la concesión del doctorado honoris causa de Carlos Fuentes, aunque yo no lo solicité sino un compañero de departamento al que, probablemente por su insania, recomendaron no presentar. Lo hice encargado por mi Facultad, porque yo era decano. Lo hice lo mejor que pude, pero tampoco tengo ninguna relación con su pensamiento ni con sus modos de narrar.
Se pueden decir de mí muchas cosas, y aun peores, pero, desde luego, juzgarme en función de las personas que presento me parece completamente inaceptable. Que Rosa Montero responda de sus ideas y de sus actos, que yo responderé de los míos.
Ya veo que "ubicarme" es importante. Trataré, no obstante, de estar lo menos quieto posible.
Sobre el rosamonterismo, querido David, hablamos otro día. Y sobre el "blandismo de alma" también. Lo que me sobra es vitriolo. O sea: que si soy suave en las contestaciones es por educación y probablemente por un mal entendido lenguaje correcto, pero mi opinión sobre las personas está más cerca de la sátira destructiva que de las blanduras cursis que jamás practico. Quien me conoce, lo sabe. En fin, mi mitad indecente la tengo reservada para mejores y más provechosas lides.