El artículo de la semana lo firma Felix de Azúa en El País. Él ha sido uno de los proto-ideólogos de Citadans y, desvinculado -según dice- hoy del grupo, escribe sobre su éxito. Mejor dicho, escribe sobre las reacciones del establishment mediático de Barcelona a la aparición de un nuevo grupo político que reniega del oasis catalán. El de Azúa es un artículo valiente, no por lo que dice, sino porque da nombres. Y alguno de los nombrados es amigo suyo.
Las puyas que les lanza son certeras y agudas. No me resisto a citarles lo que dice a propósito del furibundo ataque de Toni Soler, uno de las voces más populares en Cataluña:
Esto lo escribe Soler en castellano. Es otro de los innumerables nacionalistas que considera justo multar a un tabernero por no rotular en catalán, pero que desea seguir cobrando sus artículos en castellano, por favor.
La reacción, tal como nos informa Azúa, del catalanismo intelecutal ha sido la de estupor y un cabreo poco oculto. Durante la campaña, nada dijeron sobre ellos. Era la estrategia del vacío. Ahora, ubican a Citadans en la extrema derecha, entre el neoespañolismo y el neolerrouxismo. El tono nos lo marca Xavier Vidal-Foch, quien concluyó sus reflexiones afirmando: "¿Nuevo el nacionalismo español? ¿O el más rancio y cutre de los nacionalismos hispánicos?"
La respuesta de Azúa es brillante:
"Rancio" y "cutre" son de nuevo adjetivos muy frecuentes entre los defensores de la buena sociedad catalana, aunque deben aplicarse exclusivamente al llamado "nacionalismo español". Que Artur Mas se arrodille ante la tumba de Wifredo el Velloso, que todos los partidos canten Els segadors con la mano en el pecho y lo hagan obligatorio en las escuelas, que peregrinen a los lugares sagrados, que prohíban a los escolares hablar en castellano en el patio, o que sólo hayan leído a Prat de la Riba y otros genios de la filosofía política, no es, para ellos, ni "cutre" ni "rancio". Debe de ser lo más progresista, aunque sólo en Cataluña.
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