miércoles, 31 de octubre de 2007

Marchando otra de analfabetismo gubernamental

Atención, lean las declaraciones de Bernat Soria, Ministro de Sanidad y Consumo (Gobierno de España):

"Los países con una herencia cultural calvinista son mucho más directos [en lo que se refiere a la eutanasia] que los que tenemos una herencia cultural católica, que parece que ciertos temas no se deben hablar en público, no se tienen que comunicar o suponen una minusvalía y uno no desea que los demás conozcan las minusvalías que uno tiene, que por otra parte lo humanizan mucho, porque los humanos todos tenemos cosas. Y cuando alguien te cuenta un problema personal te das cuenta de que estás frente a un ser humano, no contra un rival profesional, o político, etc. Y España se compone de ciudadanos y de seres humanos".


Dejando al margen de cualquier juicio la elocuencia del Ministro, creo que difícilmente se puede demostrar mayor ignorancia de lo directo que es el catolicismo con respecto a la eutanasia:

La eutanasia en el Catecismo de la Iglesia Católica

2276 Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial. Las personas enfermas o disminuidas deben ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea posible.

2277 Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable.

Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre.

2278 La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el ‘encarnizamiento terapéutico’. Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.

2279 Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados.

5 comentarios:

  1. La vida es una de las pocas "posesiones" que tenemos y sobre las que tenemos una cierta libertad para disponer de ella.

    Creo que la Iglesia hace bien en recomendar su propia doctrina en relación a cómo debería disponerse de la vida propia. Y puede considerar "moralmente inaceptable" todo aquello que se aleje de su propia moral. Pero hasta ahí.

    Lo que no puede ni debe hacer es pretender imponernos a los demás su propia "moral" que a algunos en casos como este nos parece "moralmente inaceptable", pues pretende restringir nuestra libertad individual a disponer de nuestra propia vida como mejor creamos.

    Y en determinados casos, pretende condenar al enfermo a un sufrimiento innecesario que, de ser ellos los afectados, a buen seguro buscarían dar por terminado como fuera.

    Si la persona afectada ha dado su consentimiento, creo que la eutanasia es un buen medio para evitar sufrimientos innecesarios.

    Obviamente, esto le plantea un problema doctrinal de importancia a la Iglesia, pues no sería dios quien dispondría de nuestras vidas, sino nosotros mismos. Le estaríamos desconectando el cable que nos mantiene vivos, no ya al enfermo terminal, sino a dios mismo.

    PD: Otra cosa serían abusos de este derecho a la eutanasia, pero conviene no confundir los términos entre un derecho y el uso abusivo que pudiera hacerse del mismo.

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  2. Gaviotero,
    Hay que advertir que la Iglesia prohibe la eutanasia, pero no obliga a llevar los cuidados médicos al campo de lo inhumano impidiendo la muerte inevitable. Sobre lo primero, o sea la prohibición de la eutanasia.

    Muchas personas confunden la eutanasia con dejar morir a quien ya no puede evitar la muerte:
    2278 La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el ‘encarnizamiento terapéutico’. Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.

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  3. Olvidaba los enlaces
    http://cristianismoypolitica.com/?p=19

    Catecismo de la Iglesia Católica
    http://www.vatican.va/archive/ESL0022/__P80.HTM

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  4. Añado algo, en relación con lo que dice Gaviotero, a lo de Juan:

    La Iglesia Católica no puede imponer nada a nadie. Y, de hecho, no lo hace: Dios quiere ser adorado por hombres libres (Libertatis Conscientia).

    El Rallo que no cesa tiene un interesante artículo al respecto en liberalismo.org.

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  5. Gracias por las aclaraciones.

    Aunque sigo pensando que la Iglesia está abiertamente en contra de la eutanasia, cuando la equipara con un homicidio, pues creo que no es lo mismo matar que dejar morir:

    http://www.libertaddigital.com:83/php3/noticia.php3?fecha_edi_on=2004-11-08&num_edi_on=1450&cpn=1276236954&seccion=SOC_D

    Que la Iglesia Católica no puede imponer nada a nadie es algo que daba por descontado. Faltaría más.

    Bastante tenemos con aguantar que "papá Estado" nos imponga ya tantas cosas que no debería como para que vengan los Setién y compañía, por ejemplo, a imponernos moralidad...

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