jueves, 26 de marzo de 2009

Insultos en serie - Julio Camba

(a Arcadi Espada)

Todo lo que yo escribí desde Barcelona el año diecisiete, fue un artículo diciendo que el idioma catalán no constituía problema alguno, y que lo verdaderamente grave de Cataluña era el acento. Cuando dos catalanes se ponen a hablar catalán —afirmaba yo— como todos entendemos lo que dicen, nos parece que hablan español, y, sólo al hablar español, como lo hablan con tanto acento, nos dan la impresión de que están hablando catalán. Si en Cataluña hay, por lo tanto, un hecho diferencial, este hecho es el del acento mucho más que el del idioma. En el acento es donde radica la verdadera personalidad filológica de Cataluña. Y mientras toda España, a la que ya en tiempos de Estrabón venía preocupando el acento catalán, lo reconoce así, nuestros gobiernos, siempre mal informados, siguen poniendo la cuestión del idioma en primer término y dedicándole una atención preferente...
Esta era, poco más o menos, la tesis de mi artículo, y, no bien ese artículo fue conocido en Barcelona cuando cayó sobre mí una verdadera tormenta de injurias. Todos los días me llegaban, por el correo interior, de veinte a treinta cartas, poniéndome como no digan dueñas. Las cartas eran anónimas, naturalmente, porque sus autores, dedicados a adquirir datos sobre mi persona, no habían podido, al parecer, averiguar ninguno acerca de las suyas, lo que les quitaba la necesaria convicción para firmar. Yo iba metiendo en un cajón todas las cartas que recibía, y un día, cuando el cajón estaba ya completamente repleto, me decidí a hacer un expurgo tirando los improperios repetidos al cesto de los papeles y quedándome tan solo con un ejemplar de cada insulto. Así me deshice de más de veinte burros, diez o doce sabandijas, un par de camaleones, bastantes acémilas, etc., etc. Luego cogí los insultos restantes y me puse a clasificarlos por grupos con un método, un rigor y una escrupulosidad, que ya quisiera yo ver en muchos laboratorios científicos. Y he aquí, amigo lector, el resultado de aquella clasificación:
INSULTOS ZOOLÓGICOS.— Animal. Burro. Camello. Hiena. Chacal. Cucaracha. Mosquita muerta. Sabandija. Camaleón. Buey. Becerro, Cocodrilo. Vampiro. Loro. Sapo. Gallina. Ave de rapiña. Acémila. Tigre. Reptil. Besugo. Atún. Rata sabia. Cacatúa.
INSULTOS BOTÁNICOS.— Abedul y Alcornoque. (La flora, como puede verse, es mucho menos fecunda para la invectiva que la fauna.)
INSULTOS PROFESIONALES.— Histrión. Danzante. Farsante. Croupier. Sacristán. Monaguillo. Chulo. Negrero. Latero. Lacayo. Payaso. Ladrón. Equilibrista.
INSULTOS LITERARIOS.— Quijote y Tartufo.
INSULTOS MINERALÓGICOS.— Adoquín. Marmolillo.
INSULTOS PATOLÓGICOS.— Idiota. Cretino. Reblandecido. Dispéptico. Tiñoso. Sarnoso. Monstruo. Deficiente mental. Imbécil. Tonto. Loco. Degenerado. Alcohólico. Morfinómano. Bilioso. Raquítico. Megalómano. Menguado. Paranoico. Esquizofrénico. Epiléptico.
INSULTOS ANTROPOLÓGICOS.— Piel roja. Zulú. Judío. Cafre. Pigmeo. Apache. Hotentote. Gitano.
Y, en fin, insultos varios, tales como canalla, granuja, sinvergüenza, bellaco, etcétera, etc.
¿Qué le parece al lector la coleccioncita? Un amigo me aconsejaba que tratase de convertirla en dinero, marchando a América y presentándome allí ante el público como el hombre más insultado del mundo, pero yo no me decidí. La conservo desinteresadamente, y ahora, cuando El Socialista, por ejemplo, creyendo haber hecho un hallazgo, me llama burro o abedul, no puedo por menos de sonreírme porque, de no haber tirado al cesto de los papeles los insultos repetidos, yo tendría actualmente en mi colección veintitantos burros, como mínimo, y todo un bosquecillo de abedules.
La serie de insultos con que el año 17 me obsequiaron en Barcelona los nacionalistas catalanes es, evidentemente, de lo más completo, y, ¿para qué vamos a engañarnos? Al hablar de ella yo experimento ahora un sentimiento confuso, en el que tal vez haya aún restos de indignación, pero en el que, sin género de duda, predomina la vanidad del coleccionista...


Madrid, 5 de diciembre de 1934.

2 comentarios:

  1. Le sugiero que clasifique "marmolillo" no en la seccion mineralogica sino en la zoologica.
    Si bien el RAE considera marmolillo como diminutivo de marmol y le da como segunda acepcion "zote" yo apostaria mas por el significado popular y taurino:
    "MARMOLILLO: Toro inmóvil, ideal para el lucimiento del diestro, pues con él puede demostrar su valor a base de un recital o tanda de desplantes, muy del agrado del bullanguero público. (Diccionario Neotaurómaco. A. Guillén y F.G. Taboada)".

    ResponderEliminar
  2. Anónimo: Malamente el señor Camba pueda en este momento clasificar nada pues lleva casi medio siglo muerto.

    Javier A.

    ResponderEliminar