miércoles, 5 de octubre de 2005

Desde El País, tranquilizan a la parroquia

Y hasta suministran combustible intelectual contra el Estatuto de los nazionalistas catalanes, como este artículo de Angel de la Fuente, del CSIC, que está disponible en la sección de Opinión de EP de hoy. En su último párrafo dice lo siguiente:

Una última consideración es que la necesaria rectificación tendrá un coste político muy considerable, pues cada coma que se toque del proyecto se aprovechará en Cataluña para seguir excitando sentimientos de agravio ya muy larga y cuidadosamente alimentados por los nacionalistas locales. Lo más frustrante es que todo esto podría haberse evitado fácilmente por el sencillo procedimiento de no meterse en tal berenjenal o salir a tiempo de él. El PSC, con Maragall al frente, ha incurrido en una enorme irresponsabilidad y en una doble deslealtad. Irresponsabilidad al plantear la reforma del Estatuto en un momento en el que parecía claramente inviable con el único objetivo de fastidiar al Gobierno del PP, y al no parar el proceso tras el cambio de Gobierno en Madrid -sabiendo como tenía que saber que el fruto del necesario acuerdo con CiU y ERC no podía ser un proyecto razonable-. Deslealtad con su tan querido partido hermano, que a ver cómo sale de ésta, y con aquellos de sus electores, y son muchos, que no le confiaron su voto para que se pusiera al frente de la procesión nacionalista.


Hay una información interesante tambien en EP para hacerse una idea de la ratonera en la que se ha metido el PSOE: y es que no podrá enmendar el texto del Estatuto, si el PP no está dispuesto a votar con ellos. Y, de momento, no lo está: exige un acuerdo previo y global sobre el engendro.

Natural. Si no, el PP haría el primo: votaría las enmiendas del PSOE, que es seguro que no constitucionalizarán del todo el texto, y el PSOE no votaría las enmiendas del PP, que serían las fundamentales para hacer legal lo que no lo es.

Aunque lo esencial no es que el PP haga el primo (como de costumbre) o no. Es que el Estatuto saldría adelante sin haber perdido su esencia anticonstitucional y totalitaria.

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