viernes, 18 de noviembre de 2005

La España de Aznar

"La España de Aznar", por David J. Santos

Reseña de José María Aznar: "Ocho años de gobierno: Una visión personal de España", Planeta, Barcelona, 2005, 277 páginas.

En el inicio del prólogo de su libro, José María Aznar nos adelanta que su obra "no pretende ser un libro de memorias, ni una autobiografía, ni un ensayo político". Se trata más bien de una recopilación de "notas de urgencia que plasmen mis opiniones sobre algunos asuntos que me han ocupado y que ocuparán la vida de los españoles durante los próximos años". Estas notas han sido dictadas a un magnetófono y posteriormente editadas por José María Marco.

Es difícil catalogar este libro. Contiene pasajes que son memorias (algunas de ellas no necesariamente de los "ocho años de gobierno"); otros son ciertamente autobiográficos; junto a unos y otros coexisten lo que cabría denominar ensayos políticos. A la catalogación del libro tampoco ayuda un título que no le hace justicia. Si acaso el subtítulo.


El señor Aznar se confiesa

En el primer capítulo del libro, "Libertad y liderazgo", reconoce Aznar su afinidad por el liberalismo en su vertiente conservadora. Se expone de forma convincente el ideario del liberalismo clásico: la primacia de la libertad, la tolerancia como valor fundamental, y la necesidad de instituciones que garanticen el cumplimiento de la ley. Más adelante, en uno de los capítulos del libro dedicados a la política exterior de sus gobiernos, nos confiesa: "Nunca fui socialista, y nunca he sido 'progresista', entendiendo por progresista el disfraz posmoderno del socialismo. Nunca he creído en los experimentos de ingeniería social, y nunca he creído que el estado tenga capacidad para imponerle a nadie un camino determinado, la forma como tiene que vivir, o interferir en los proyectos que tenga. [...] Tampoco he sido nunca nacionalista. Con lo cual no tengo ningún complejo, ni ninguna cuenta que saldar con la izquierda ni con los nacionalistas. No me avergüenzo del hecho de ser español ni de la historia de España".

El segundo capítulo, "Un partido de centro", es autobiográfico. En él Aznar repasa su actividad política desde que terminó sus estudios de Derecho en la Universidad Complutense hasta que logra llevar al Partido Popular al gobierno, tras las elecciones de 1996. Es un largo periodo de tiempo, en el que pasa de ser Diputado por Ávila (1982) a Presidente de Castilla y León (1987). Sin embargo, la gran contribución de Aznar al liberalismo español se inicia en 1990, en el X Congreso del Partido Popular en Sevilla. La reforma de su partido emprendida entonces (lo que el propio Aznar denomina "la recuperación del centro"), que desembocaría en los "ocho años de gobierno", es probablemente uno los procesos políticos más importantes del siglo XX español. En este capítulo hay información de primera mano sobre los orígenes de este proceso.


La Transición en la que no cree la izquierda

El tercer capítulo del libro lo dedica Aznar a analizar la Transición, entendida como el proceso de normalización democrática de España. Para Aznar este proceso terminó en 2000, cuando el Partido Popular logra la mayoría absoluta: "Las elecciones de 2000 vienen a cerrar definitivamente la ruptura abierta por la Guerra Civil". Es una afirmación cuestionable, por lo optimista, sobre todo a la luz del derrotero por el que discurre la acción política del actual gobierno socialista. De hecho, las palabras de Aznar que siguen a este juicio tan benévolo explican que el "cierre definitivo" no sea del todo compartido por la izquierda española: "No se puede estar siempre diciendo que la República salió mal pero debió salir bien, y que, como consecuencia de la Guerra Civil, debió abrirse un proceso de reconciliación que nadie sabe cómo tendría que haber sido. [...] Cuando mantienen esa revisión permanente del pasado, como si el presente estuviera hipotecado por la historia que debió ser, están manteniendo una idea muy antigua del país, que es la excepcionalidad de España. España, desde esta perspectiva, debería seguir siendo el país donde ocurren las cosas que en los demás países no suceden. Nosotros tenemos deudas que saldar con el pasado que los demás no tienen, nosotros ---los españoles--- estamos obligados a mantener ilusiones que los demás ya han dejado atrás".

Tampoco este "cierre definitivo" parecen compartirlo los nacionalismos catalán, vasco y gallego. El propio Aznar reconoce que "todavía quedan por resolver los problemas de los nacionalismos".


Los "ocho años de gobierno"

El repaso a los años de Aznar al frente del gobierno de España constituye el núcleo de los capítulos cuarto al sexto. El primero de ellos, "Un país que progresa", reúne los principales logros de la política económica de los dos gobiernos Aznar a partir de la complicada situación heredada del gobierno socialista. Es innegable que la aplicación de un programa liberalizador y un férreo control presupuestario son las claves de este éxito sin precedentes en la España democrática.

El balance sobre la política exterior de los gobiernos Aznar se desdobla en dos capítulos, uno dedicado, fundamentalmente, a explicar el apoyo a la intervención en Irak, "El papel de España en el mundo", y otro a la política española en el marco de la Unión Europea, "En la vanguardia de Europa".

En el primero Aznar se lamenta del antiamericanismo de Europa y, en particular, del de la izquierda española: "Es absurdo dar lecciones a un país como Estados Unidos, que lleva más de doscientos años sin romper la estabilidad ni la continuidad de las instituciones democráticas". Es una pena que el curso acelerado de atlantismo que supone este capítulo no fuera esgrimido en su momento, cuando se hacía necesario explicar a la opinión pública nuestro apoyo a la intervención angloamericana en Irak. O que argumentos críticos con el doble rasero socialista no calaran, como resultado de una política de comunicación desastrosa, en la sociedad española: "¿Qué diferencia hay entre la intervención en la antigua Yugoslavia y la intervención en Irak? Porque para respaldar la intervención en Irak había una resolución de la ONU, la Resolución 1443, y para la intervención en los Balcanes no había tal resolución. Pues bien, la única diferencia es que la primera vez que se interviene en Yugoslavia había un gobierno socialista. Y ahora, cuando hay que intervenir en Irak, hay un gobierno del Partido Popular. Ésa es la diferencia de fondo".

Aznar compatibiliza su atlantismo con una gran fe en el proyecto europeo y en el papel de España en tal proyecto. Es incuestionable el peso de España en muchas de las negociaciones de fondo realizadas por los gobiernos Aznar en Europa (especialmente en el Tratado de Niza y la Agenda 2000). Este "europeísmo atlantista", que muchos críticos considerarían simple antieuropeísmo, se proyecta hacia el futuro: "Estoy convencido de que deberíamos trabajar en la creación de una gran área económica y financiera occidental que incluyera a la Unión Europea y Norteamérica y que se se hiciera realidad en 2015. Esa gran zona debería tener vocación de extenderse a Iberoamérica; sin duda contribuiría a una mayor estabilidad y prosperidad mundial". ¿Será esta extensión atlántica el futuro de una Europa en crisis?

Otro de los logros de los "ocho años de gobierno" es la política antiterrorista, a la que Aznar dedica el capítulo "Contra el terrorismo". Es, probablemente, el mejor capítulo del libro. Aquí Aznar, en un tono muy franco, intercala en la crónica de su experiencia en el gobierno, que incluye el asesinato de amigos cercanos y la vivencia de un atentado en carne propia (1995), el análisis político de las actuaciones de su partido, del PSOE y del PNV. El conjunto constituye una síntesis muy lúcida del problema terrorista en España.


El 11 de marzo de 2004

El libro concluye con un epílogo, "Tras el 11 de marzo", en el que se repasa la actuación del gobierno tras los atentados del 11 de marzo. En él Aznar defiende su actuación en los momentos siguientes al atentado, cuando se atribuyó su autoría a ETA: "Lo sucedido encajaba bien con los intentos de atentado frustrados por las Fuerzas de Seguridad en los meses previos, como el de Nochebuena de 2003 o el del mes de febrero, cuando se interceptó en Cuenca una furgoneta cargada con 500 kilos de dinamita". Sin embargo, reconoce que "tal vez la opinión pública española no era lo suficientemente consciente, hasta el 11 de marzo, del alcance de la amenaza del terrorismo o, o por lo menos no tanto como lo ha sido del terrorismo de ETA. Si es así, el Gobierno tiene sin duda una responsabilidad que asumir. Quizás los propios éxitos conseguidos en la lucha contra ETA en los últimos años nos han llevado a bajar la guardia ante la amenaza fundamentalista. [...] El 11 de setiembre y las investigaciones que se han realizado desde entonces demuestran que las redes de terrorismo fundamentalista islámico están extendidas por todo el mundo, y también por Europa y por nuestro país. En algunos casos hemos sido capaces de detectar sus movimientos a tiempo. El 11 de marzo, desgraciadamente, no supimos hacerlo".


El 14 de marzo de 2004

Tras los atentados, el PSOE instigó la campaña de agitación social que todos recordamos: "Hubo personas, en particular el jefe de campaña del candidato socialista a la Presidencia del Gobierno español, llamado a ocupar un puesto tan alto como el de jefe del grupo parlamentario del PSOE en las Cortes españolas, que dijo en los medios de comunicación, la noche del 13 al 14 de marzo, que el gobierno estaba mintiendo. Una vez demostrada la falsedad de estas gravísimas acusaciones, estas personas, que violaron a sabiendas la ley electoral que les obligaba a abstenerse de cualquier manifestación política el día de reflexión, tienen el deber de demostrar que esas acusaciones no entrañaban una interpretación conscientemente sesgada de una realidad que conocían a la perfección". Esta actuación se trasladó a la calle: "Las manifestaciones ilegales, las vociferaciones ante las sedes del Partido Popular, los insultos al Gobierno de España, la campaña de difamación y de infamias quisieron empañar el espíritu cívico de la manifestación del día anterior. [...] Mariano Rajoy unció ante la opinión pública el acoso al que estaba siendo sometido su partido, su propia sede en Madrid, y la flagrante violación de la ley en la que estaban incurriendo los que perpetraron e instigaron aquel hostigamiento. Quienes tenían la obligación moral de dar esta condena no lo hicieron. En vez de sumarse a ella para intentar calmar a una opinión pública alarmada por la gravedad de lo estaba ocurriendo, prefirieron servir de portavoz a las calumnias que se estaban profiriendo en la calle y en algunos medios de cación. [...] El tiempo pondrá las cosas en su lugar, y como todos sabremos la verdad sobre lo ocurrido entre el 12 y el 14 de marzo, también sabremos quién actuó en consecuencia con la verdad".


¿Es España tan frágil?

El último capítulo del libro lleva el título de "La España constitucional". Debería ser el auténtico epílogo del libro. En él se defiende nuestra Constitución de 1978 como base de convivencia y prosperidad. Esta base, a juicio de Aznar, se ve amenazada por el nacionalismo y la debilidad del PSOE ante el desafío nacionalista.

Aznar ve claro que el nacionalismo secesionista carece de futuro dentro de la Unión Europea, pues el "diseño [acordado con el Tratado e Niza] es el de una Europa formada por Estados nacionales fuertes y estables. Mucha gente, en particular los nacionalistas, apostaba or una Europa en la que los Estados nacionales se fueran diluyendo". Afortunadamente, no ha sido así.

En cuanto a la debilidad del PSOE, "en vez de sostener la columna vertebral del Estado y de la nación, como es su deber por su propia naturaleza de partido nacional, ha cedido a la presión de los nacionalismos y se está convirtiendo en el portavoz de esos movimientos". Y es que "hay algunos asuntos, que atañen a la estructura misma del Estado y a las raíces de la nación, que no deberían ser objeto de confrontación entre los partidos nacionales".

No nos engañemos: España es frágil. Y lo es, fundamentalmente, a causa del PSOE. El nacionalismo no ha cambiado sustancialmente sus tensiones en los últimos veinticinco años. Es minoritario, pese a serle favorable la actual ley electoral. El PSOE, con un protagonismo innegable en el éxito de la Transición como modelo de convivencia, sí ha evolucionado en estos veinticinco años, y a peor. Las propuestas de reforma de la Constitución que surgen en su seno no son, en palabras del propio Aznar, el resultado de una "necesidad nueva, no prevista o bien obstaculizada en el texto constitucional. [...] No hay ninguna razón clara, ningún argumento, ninguna necesidad de proceder a la reforma de la Constitución. [...] El carácter plural de España, la raíz plural de la nación española está en la base de la Constitución española". Es alarmante que en España sólo el Partido Popular defienda esta tesis. En ello radica la fragilidad de nuestra convivencia, de nuestra prosperidad, de nuestra libertad.

2 comentarios:

  1. Gran reseña, sí señor David, y seguro que la redacción de José María Marco ha ayudado a clarificar los pensamientos del señor Aznar para conseguir unas páginas entretenidas. Un libro más a la lista de pendientes.

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  2. Monseñor: "Más se perdió en Cuba" es una excelente tertulia política que puede escuchar todos los domingos, de 22 a 24, en Radio Intereconomía.

    Caba: Gracias. Hay una edición de bolsillo muy barata (8 o 9 Euros). Es la que compré yo.

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