Puede que las grabaciones no estén

No critico que un barco encalle en la costa de Algeciras. Pienso, como pensaba en otra famosa ocasión, que shit happens. Nada digo del silencio de los titiriteros pues su ira de antaño parecía motivada no por un barco, sino por el hastío de muchas gentes hacia un gobierno acaso demasiado prolongado. No deploro el silencio de los ecologistas, más bien lo agradezco: sus palabras hueras fatigan siempre mis oídos.

Pero en esto llegó Felipe Martínez, capitán general de la Marina mercante, y mi sangre empezó a hervir. Según parece acaso no haya grabaciones que recojan las comunicaciones entre el barco siniestrado y las torres de control, grabaciones necesarias para investigar el accidente porque "esa mañana las torres de Algeciras y Tarifa se vieron afectadas por una tormenta eléctrica que provocó fallos en las comunicaciones, por lo que puede que las grabaciones no estén".

Lo irritante no son esas misteriosas tormentas que destruyen grabaciones. Lo irritante, lo pasmoso e insultante es esa coletilla "puede que las grabaciones no estén". ¿Cómo que puede? ¿Todavía no le han echado un ojo? ¿Todavía no se han tomado la molestia de verificar su estado? ¿Todavía no han investigado el accidente? O acaso, como me malicio, ¿todavía no han decidido si las grabaciones son tan daniñas para la reputación del Ministerio de Fomento que es preciso destruirlas?

Este tipo de cosas -no el accidente, que puede pasar en cualquier lado- son las que prueban el vertiginoso descenso de nuestro país a república chavista-bananera. Este tipo de cosas nos regresan al siglo XIX, a la España de Larra y su desesperado grito: ¿pero entre qué gente estamos?