sábado, 24 de noviembre de 2007

La miseria moral de la izquierda: los terroristas antes que las víctimas

En vísperas de la manifestación antiterrorista de hoy, sábado 24 de noviembre, el diario ex-independiente de la mañana despacha un artículo muy revelador.
El País 23 de noviembre 2007
Francisco J. Laporta
En este artículo el autor, un progre de salón catedrático de Filosofía del Derecho y que ocupó cargos a dedo del Gobierno en la época felipista (la del GAL, ya saben) sin que su "ética" se resquebrajara lo más mínimo, va y dice:
- "la vieja sabiduría que nos sugiere que (las víctimas) deben quedar excluidas del proceso de toma de decisiones"
Sin embargo, para el ilustre profesor progre no parece merecerle reproche que los criminales SÍ participen en la toma de decisiones a través de una negociación política como la que llevó a cabo el PSE-PSOE con Batasuna....

12 comentarios:

  1. Dios que asco.

    Absolutamente repugnante, tanta palabreria y demagogia, tanta cita intelectual, todo para justificar a ZZZZ y al servicio del gobierno.


    Y encima luego habla de darles calor, sera hijo de puta el tio.

    Alli os quedais, vuestra opinion importa un pimiento, pero os queremos un monton. Supongo que Pilar Manjon estra encantadisima de leer esto aunque ya sabemos que no va dirigido a ella.


    "Todo lo que no sea la pasión vengativa y la represión policial parecen políticas de entreguismo"

    A hacer justicia y cumplir las penas lo llama pasion vengativa y represion, pero a esta gente de donde la sacan?

    Pasion vengativa es no pasar por el juzgado y liquidar las cosas como los verdugos, pero es que por favor, esta gentuza no tiene corazon, como se puede ser tan miserable?

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  2. Sensacional artículo de Laporta. Ya iba haciendo falta algo así, por mucho que al analfabeto del Mortadelo le vaya a dar igual.

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  3. Otro espléndido artículo de Laporta, que viene al pelo:

    "Ser liberal"

    Es tiempo ya de salir al paso de un lamentable estado de opinión sobre el alcance de lo que significa ser o no ser liberal. La creciente distorsión que se va produciendo entre nosotros desde hace algunos años obliga a poner las cosas en su sitio.

    El verano pasado, por ejemplo, fallecía en Madrid Rafael Termes, figura conocida en la vida bancaria del país y notorio miembro del Opus Dei. Muchas de las crónicas y epitafios que se le dedicaron afirmaron, aunque parezca increíble, que por encima de todo se trataba de "un liberal". No hace tanto tiempo que se ha podido leer en una entrevista a la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Esperanza Aguirre, una suerte de desafío del siguiente tenor: "Que se me diga en qué me he salido yo del ideario liberal". Por no mencionar, claro está, ese estilo impostor de hacer información y opinión que, blasonando también de liberal, podemos escuchar todos los días -¡cosas veredes!- en la cadena radiofónica de la Conferencia Episcopal española. El liberalismo, que no hace tanto tiempo era pecado, ha mutado sorprendentemente hasta convertirse en aliado inseparable del clero. En estos días, y para redondear esta turbia mezcolanza, la convención nacional del Partido Popular ha concluido afirmando que su programa y su trayectoria también pretenden fundamentarse en el liberalismo.

    Eso de ser liberal, sin embargo, descansa en algunas convicciones que, con todo respeto, no son ni las del Opus Dei, ni las de los obispos españoles, ni las del Partido Popular. Descansa, para empezar, en una idea central: que el libre desenvolvimiento de la personalidad es parte esencial de lo que es el bien del ser humano, condición necesaria para la civilización, la ética y la cultura. Es la concepción de la persona como artífice de sus propios pensamientos, de sus propios actos y de sus propias decisiones, como dueña de sí misma. El liberal piensa que el diseño de la propia vida es lo que determina la valía fundamental de lo que es un ser humano. Y por ello ha de exigir para toda persona al menos estas cosas: el máximo de libertad, tanto externa como interior, compatible con una igual libertad para los demás, el protagonismo fundamental de las decisiones propias en la trayectoria de cada vida, y el fomento de las facultades básicas de deliberación y elección que hacen esto posible. Y por lo que respecta a la trayectoria moral de los individuos, debe mantener la convicción de que no puede haber ningún mandamiento moral externo que se imponga arbitrariamente a las convicciones que cada uno, en su deliberación racional en libertad, estime como las más adecuadas. En definitiva, debe pensar al ser humano como alguien definido moral y vitalmente por sus propias decisiones, modelador y escultor de sí mismo. La autonomía personal es para el liberal aquello que nos eleva a la categoría de seres morales, aquello que nos constituye como actores en el desarrollo de nuestras convicciones sobre lo que es bueno y lo que es malo. Ser actor de mi vida es lo que me transforma en persona en el sentido moral, lo que me confiere el mérito moral y me hace moralmente responsable. Si fuera un ser pasivo en el que se inducen automáticamente comportamientos y sensaciones, por exitosas o placenteras que fueran, no tendría el más mínimo papel en el universo moral, como no lo tiene la planta que produce flores, por bellas que éstas sean, o el sujeto que es llevado por una fuerza insuperable a realizar una acción buena. Lo que me instala en el universo de la ética es mi condición de ser humano autónomo. Esa convicción es el centro de gravedad de lo que significa ser liberal.

    Como es fácil de imaginar, un punto de partida tan poderoso arrastra tras de sí muchas y muy importantes consecuencias. En primer lugar, y por lo que a la vida política se refiere, toda la actividad política y los proyectos de la sociedad se tornan en un gran proceso de deliberación entre personas libres y autónomas que intercambian sus ideas presididas por la virtud de la tolerancia y la guía de la racionalidad. No tienen sitio por ello aquí la descalificación y el improperio, la imposición o el trágala, o la manipulación de los datos y la excitación tramposa de resortes emocionales. Para ser liberales, los partidos y sus responsables han de comportarse en las instituciones como en foros para la discusión racional y la exposición articulada de preferencias e intereses. Deben esforzarse porque en ellas se presenten al ciudadano las razones de las decisiones que se adoptan y los fundamentos en que se basan las directrices políticas que se persiguen. Para ello deben hablar y razonar, nunca mentir, alegar pros y contras, nunca distorsionar, y tratar a los demás actores políticos y sociales con el respeto que deriva de su condición de partícipes de la peripecia política de la comunidad, nunca denigrarlos o insultarlos. El liberal no distorsiona ni compromete las instituciones de la democracia para obtener un rédito de partido, y menos aún se dedica a falsearlas para hacerlas actuar en su propio beneficio.

    Por lo que respecta a la información pública en los medios de comunicación, el liberal es veraz, independiente, imparcial y limpio. Tiene vedado engañar presentando sólo una parte de los hechos, medias verdades o simples mentiras. No debe interponerse con la propia ideología entre los hechos y los oyentes o los lectores para contaminar el mensaje, ni hacer pasar por realidad lo que es deseo de partido, ni jugar sucio para satisfacer al patrón. Como portador de una convicción sobre la mayoría de edad, la racionalidad y la dignidad de sus interlocutores, el informador liberal jamás denigra a nadie, ni desliza sugerencias que puedan minar la dignidad de los demás. No juega con trampa para ensalzar a nadie o socavar su reputación. Presenta hechos y argumentos procurando siempre que el razonamiento, aunque sea adverso a alguien, no toque siquiera la pielde la persona. No imputa gratuitamente delitos ni vehicula insidias que puedan destruir la imagen de aquel de quien habla. Y, por supuesto, se esfuerza siempre en no pasar de contrabando sus opiniones haciéndolas parecer informaciones.

    No se es, por ello, liberal, cuando se piensa que es lícito mover a las personas mediante manipulación, catequesis, indoctrinación o lavados de cerebro. Y eso tiene mucho que ver con la actitud que se adopta respecto del sistema educativo. El liberal no puede, por ejemplo, ser partidario de la enseñanza pasiva puramente memorista, ni de la enseñanza obligatoria de la religión, pues ello implica faltar al respeto al educando en su incipiente autonomía personal. La idea misma de una entidad extraña y ajena que establece mediante argumentos de autoridad las pautas morales a seguir por el individuo es esencialmente contradictoria con el liberalismo. No estoy en condiciones de decir si la Iglesia española tuvo razón al señalar durante más de un siglo que el liberalismo era pecado, pero sí sé que el liberal no puede nunca aceptar la supremacía incondicionada de ninguna iglesia en materia de convicciones morales. Ser a la vez liberal y católico es en el fondo imposible.

    Pero donde la confusión se ha impuesto con cinismo y facilidad ha sido en materia económica. Ha venido, además, consolidada por la estúpida complicidad de cierta izquierda que ha dado en repetir la misma cantinela equivocada frente a las políticas que se basan exclusivamente en una apelación incondicional a la economía de mercado. Se llaman desde entonces liberales (o neoliberales) a quienes son únicamente partidarios del libre mercado, tomando irresponsablemente la parte por el todo. A mí, sin embargo, me parece que aquellos cuyo liberalismo se basa únicamente en ese postulado y olvida todos los anteriores, no son liberales, sino libre-mercadistas. Sus ideales son de sobra conocidos: supresión de los impuestos, nula intervención pública en la economía, y organización perfectamente libre e incondicionada de los intercambios de mercado. De la condición humana ni se habla; basta con pensar en el Homo economicus. Al lado de esto, una base indispensable para ser un buen libre-mercadista es defender el statu quo económico, pues cualquier intervención exterior para modificarlo viola los presupuestos de los que se parte. La actual distribución de la riqueza no puede ser afectada por políticas públicas, porque las políticas públicas son, por definición, contrarias a los tres ideales anteriores. Que las cosas, por tanto, queden como están: éste es el supuesto fundamental del libre-mercadismo. Y es seguramente lo que le asimila vertiginosamente a todo conservadurismo y le permite gozar de los favores de la derecha y del apoyo mediático del clero. Por eso el Partido Popular dice que es liberal, aunque no lo es; como no lo son ni la Conferencia Episcopal ni el Opus Dei. Y es en este punto donde no puede, en efecto, registrarse ni una desviación de un milímetro en la trayectoria de doña Esperanza Aguirre. Pero, claro, esto puede ser cualquier otra cosa, pero no es ser liberal. Porque para ser liberal hay que ser como José María Blanco White, Mariano José de Larra, Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate, Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset o Julio Caro Baroja, por poner unos nombres que nadie podría imaginarse apoyando a nuestra zafia derecha contemporánea. Tengo también un buen manejo de vivos, pero no lo voy a dar. Bueno, sí, mencionaré sólo a uno: Francisco Ayala, pero no vayan a proponerle que se afilie al Partido Popular porque lo matan del susto, y muchos deseamos que viva cien años más.

    Fuente: EL PAÍS (Opinión - 18-03-2006 )

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  4. "Sensacional artículo de Laporta. Ya iba haciendo falta algo así,"

    Jajajajajajajajajajajaja.

    ¿El qué hacía falta, el que sea la décima vez después de la novena que un progre al servicio del poder argumenta lo de que las víctimas no deben opinar en el "proceso de pazzzzz"? En fin, Laporta apenas repite lo que ya dijo Otegui en su día. El Pravda dando argumentos de tercera mano casi estrenados en el Gara.

    Menudos comediantes de cuarta que sois. Y qué nerviosos estáis.

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  5. "Otro espléndido artículo de Laporta, que viene al pelo:"

    Jajajajajajajajajaja.

    ¿Has comprobado que este no sea también copia de lo que dice Otegui?

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  6. DogSon:
    Qué guai, veo que te dejan usar internet en el manicomio.
    ¿También te permiten seguir coleccionando fotos de animales desnudos?

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  7. Tranqui, que no salen tus padres

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  8. La colección verdaderamente impresionante de Doggy es la de cartas de amor a Espe.

    Se rumorea que pretende publicarla. Con un prólogo de Daniel Sirera.

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  9. "Qué guai, veo que te dejan usar internet en el manicomio"

    Le ruego se centre usted en los argumentos, y no insulte. Le ruego no haga el troll en este foro.

    Yo lo que no acabo de entender es que la derecha acoja en su seno, y alimente leyendo todos sus libros, aun terrorista que no ha pagado por sus crímenes como Pío Moa, y luego se escandalice de cualquier afirmación que huela a "negociación" o a desprecio a las víctimas.

    ¿Que hay de las víctimas del señor Pío Moa? ¿No merecen respeto esas víctimas?

    Por otra parte, yo estoy de acuerdo en que las víctimas no pueden formar parte del proceso de negociación. Merecen todo el respeto, y toda la ayuda, y todo el apoyo, pero no merecen "la razón" por el simple hecho de ser víctimas. De lo contrario, de hacerlse caso, podríamos caer en reinstaurar la pena de muerte, o cosas semejantes.

    También soprende que la derecha no se escandalice de que Pilar Manjón, amenazada de muerte por los de su acera, también necesite escolta. O que no se escandalice del "meteos los muertos por el culo" que gritaban unos imbéciles a la puerta mientras Aznar declaraba en la comisión del 11-M.

    Y es que la derecha es así de selectiva: Unos terroristas sí, otros no. Unos amenazados de muerte con escolta, sí, otros no. Unas víctimas del terrorismo sí, otras no.

    En fin.

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  10. Esto se mueve, muchachos:

    CARTA ABIERTA DE UN CHARNEGO A UNOS CATALUFOS

    Hace unos días, en un bar, oí cómo despotricaban tres de ustedes sobre muchos “charnegos” que habían venido a Cataluña porque en su país no tenían qué comer, y aquí se llenaron la barriga, y en vez de estar agradecidos se mostraban soberbios y descontentos. Como acababa de leer una encuesta entre escolares, en la que muchos de éstos no querían ser españoles porque sus maestros, ¡menudos maestros!, les decían que España era un país atrasado y pobre, sentí deseos de soltarles a ustedes unas cuantas verdades. Me contuvieron dos realidades: en primer lugar, la dificultad de que nos entendamos, porque manejamos conceptos básicos distintos; y en segundo lugar la violenta agresividad que manifiestan muchos de ustedes contra la libertad de expresión ajena, siendo en este caso, además, varios contra uno. Pero si no podría esperar el mínimo de entendimiento civilizado, sí puedo exponer algunos datos útiles para tantas personas a quienes ustedes se empeñan en embrollar con sus disparates.
    Mis padres vinieron a finales de los años 50 de una aldea de Orense a Barcelona, donde yo he nacido. Nunca tuvieron la menor idea de estar trasladándose de un país a otro, sino de una región a otra de un mismo país, de una misma nación. Entre ellos hablaban corrientemente gallego, pero tampoco tuvieron el menor problema para entenderse con los catalanes en el idioma común español. Y siempre se sintieron en su casa en Cataluña, tal como los catalanes se sienten en su casa en Galicia, o en Canarias o en Andalucía, aunque algunos de ellos --los catalufos o nacionalistas-- pongan gestitos ridículos haciéndose los extraños o los superiores. Y yo, nacido aquí, no voy a tolerar que me hagan sentir extranjero o agradecido, a mí o a mis padres.
    Mis padres vinieron aquí porque en aquel entonces había en Galicia menos trabajo (no hambre ni mucho menos), y su mejora económica se la han labrado con su sudor, no la deben a ninguna limosna, y menos de gente como ustedes. Por el contrario, de gente como ustedes recibieron algún que otro desaire al que han sabido contestar con dignidad o, simplemente, haciéndoles el caso que en general merecen, es decir, ninguno.
    Hace ya largo tiempo que el nivel de ingresos per capita se ha igualado bastante en España, y, quitando algunos matices, en cualquier región se vive con desahogo y de manera muy parecida (ustedes sostienen que es gracias al dinero que el estado le quita Cataluña, tiene gracia su soberbia). Barcelona prosperó mucho, y con ella toda Cataluña, y el resto de España, por el carácter emprendedor y pionero de muchas de sus gentes (la célebre industria conservera gallega debe mucho a los empresarios catalanes, por decir algo) y también por la protección que se le otorgó desde Madrid y por el mercado del conjunto del país. Es decir, hubo una simbiosis entre la industria barcelonesa y el resto. Tanto deben otras regiones a Cataluña como a la inversa. Este hecho no borra otro menos agradable, y es que aquel proteccionismo excesivo desde Madrid frenó la competencia y dificultó la expansión industrial de otras regiones. Hasta que la abolición del Arancel Cambó --y Cambó era un nacionalista catalán--, a principios de los sesenta cambió el panorama y facilitó un gran avance en los niveles de producción y consumo de todo el país.
    Yo distingo bien entre catalanes y catalufos, y entre Cataluña y Catalufia, y también constato la nefasta influencia de ustedes sobre los demás. Los catalufos –o nacionalistas, separatistas en el fondo --, no son los creadores de la riqueza catalana, sino los que han aprovechado esa riqueza, con mentalidad de nuevos ricos, para tratar de infundir al catalán de a pie una soberbia perfectamente idiota y un complejo de inferioridad a algunos venidos de otras regiones. Su técnica, la misma de los nazis, eficaz, pero miserable: el narcisismo por un lado (“somos superiores”, hoy no se atreven a decir que son una “raza superior”, como hacían antaño, pero se les entiende) y el victimismo por otro lado (“no podemos subir tanto como quisiéramos porque España o Castilla nos pone plomo en las alas y siempre nos está perjudicando”).
    Tampoco han contribuido ustedes nada a las libertades de que todavía disfrutamos. En cambio nunca dejaron de parasitar la democracia con sus insidias, exigencias y rencores inútiles, con sus imposiciones chulescas, su bilis y sus ofensas contra sus compatriotas de otras regiones, unas veces agresivas, otras en plan hipócrita, sus pequeñas pero muy significativas violencias, sin descartar el terrorismo, con sus “diálogos”, como gustan llaman al compinchamiento con ETA, a ver qué nueces cosechan, y sobre todo con su incansable siembra de ese degradante victimismo y narcisismo del que hablaba.
    Miren, catalufos: ustedes siempre han sido una plaga para Cataluña. Ustedes han contribuido mucho al resentimiento y las convulsiones del siglo XX. Unas veces se aliaban con los pistoleros anarquistas, otras se peleaban con ellos, pero siempre atacaban a las libertades. Ustedes atacaron el sistema liberal de la Restauración y ayudaron a destruirlo y a provocar la dictadura de Primo de Rivera, que tan bien acogida fue en Barcelona. Luego, ante la dictadura, ustedes no hicieron nada, quitando el irrisorio esperpento de Macià en Prats de Mollò. Pero su inhibición, vergonzosa para ustedes, fue una bendición para Cataluña, que prosperó como nunca antes. Después, durante la II República, ustedes se alzaron contra la legalidad, trataron de lanzar a los catalanes a una aventura criminal, a una guerra civil, y los catalanes les rechazaron aquel 6 de octubre de 1934. Y cuando la guerra en 1936, ustedes presidieron el peor período de crímenes y robos que haya vivido Cataluña en toda su historia, y traicionaron de paso a sus propios aliados anarquistas, comunistas y socialistas.
    Llegó la dictadura de Franco, a la que ustedes, catalufos, contribuyeron con sus provocaciones, traiciones y manejos, y nuevamente les faltaron a ustedes arrestos para luchar, y nuevamente Cataluña prosperó, sobre todo cuando se eliminó el famoso Arancel, que parecía proteger la industria catalana y en realidad la estorbaba, como estorbaba la de toda España. Si quitamos algún que otro gesto testimonial, solo muy al final del franquismo se unieron ustedes… con los comunistas y terroristas, así de demócratas eran. ¡Verdaderamente, señores! Su historia sería una deshonra para Cataluña si ustedes de verdad la representasen, como pretenden.
    Ustedes no paran en su reivindicación del idioma catalán, y me parece muy bien, menos por dos cosas: que llenan ustedes este idioma con una propaganda y una literatura ínfimas, muy mal favor le hacen a la lengua; y porque oponen el catalán al llamado castellano, que es en realidad el español común, que nos une a todos y nos permite comunicarnos con cientos de millones de personas más. El idioma que también han ido formando tantos catalanes desde hace siglos. El idioma en que se ha escrito la mayor parte de la literatura catalana, muy posiblemente la de más valor. Ustedes se quejaban con razón de la mutilación que suponía excluir el catalán de la vida oficial bajo el franquismo (aunque bien poco hicieron por resistirla), y ahora imitan ustedes al franquismo a la inversa y mutilan una parte fundamental de la cultura catalana, so pretexto de que el español común no es idioma “propio de Cataluña”.
    No, ustedes no representen a Cataluña ni a los catalanes: son más bien un desastre para ellos. La historia de ustedes, al contrario que la de Cataluña, es estéril y vergonzosa, y su habilidad principal ha sido la siembra de vientos que han terminado ya varias veces en tempestades. Me gustaría que reflexionasen, pero no soy optimista: persistirán en sus provocaciones, falsedades y violencias. Pero deben saber también que encontrarán una resistencia creciente.
    F. N. S., economista.

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  11. Un partido de terroristas y ladrones como el PSOE...

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  12. Ustedes sigan así, que verán el palo que se llevan en marzo. Y bien merecido que lo van a tener, por llamar terroristas a un partido democrático.

    Más terrorista fue entonces Aznar, que cedió ante la ETA, a la que llamó MLNV, y después acercó presos y dejó salir a otros a la calle.

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