Santiago Carrillo responde hoy, en una carta al director de El País, al artículo de Patxo Unzueta que ayer comentábamos aquí. Monsieur Carrillo se debe de creer que sigue al frente del Comité Central. Va a pedir la expulsión de Unzueta por traidor socialfascista. Y, cuidado, que no le espere a la puerta el de la Social o el de la navaja, dos variantes de la recogida de "basura" de los PCs de toda la vida. Aquí, la prosa carrillesca:
Me ha sorprendido desagradablemente el artículo de Patxo Unzueta, uniéndose al coro de voces falangistas que me acusan de ejecuciones en Paracuellos. He dicho siempre e insisto hoy en que yo no di tales órdenes, Paracuellos no estaba siquiera dentro del área de la jurisdicción de la Junta de Defensa en esas fechas. Y el embajador de Finlandia o de Noruega -no recuerdo bien- que me visitó para denunciar estos hechos y que luego resultó ser un agente nazi, en un libro publicado más tarde en el Berlín de Hitler, reconoció que al visitarme después de los hechos yo no estaba al corriente de lo sucedido.
No recuerda bien de dónde, pero era agente nazi el que denunció...luego, si a los nazis les molestó lo de Paracuellos, está claro, ¿no? Está claro que estuvo bien hecho. Hasta ahí el primer tramo del mensaje subyacente. No obstante, a pesar de que lo que es malo para los nazis es bueno para nosotros, en algunas ocasiones podemos darles credibilidad a los nazis: el nazi reconoció que él no estaba al corriente de lo sucedido. Es decir, el nazi sirve como principal testigo de la coartada.
El siguiente testigo está aún más traído por los pelos:
En esas fechas todas las órdenes que yo di fueron autorizadas por el general Miaja, bajo cuyo mando estaba la Junta que me hubiera retirado su confianza de haberlo yo ordenado.
No sé por qué lo iban a retirar...los de la Junta no eran unos santos, monsieur Carrillo. Y el general Miaja obedecía al PC. El cual estaba bajo el control soviético. Esta liquidación de prisioneros fue una idea de los soviéticos, seguida, sin mayores escrúpulos, por los comunistas españoles; a la hora de ejecutarla, claro, participaron otros.
Y luego, bueno, un atisbo de decencia:
Si tuve alguna responsabilidad en aquel episodio fue la de no haberlo evitado.
¡Al menos, dice que no está bien asesinar a mansalva a la gente! ¡Aunque sea basura previamente etiquetada de fascista! Claro que, inmediatamente, echa encima un aluvión de justificaciones:
Pero en un Madrid asediado por las tropas de Franco, bombardeado día y noche por la aviación y la artillería enemigas que causaba miles de víctimas inocentes, con la quinta columna tiroteando desde los tejados en cuanto anochecía, (...) Hubo que ir improvisando a cada momento medios de fortuna para asegurar la defensa de Madrid.
Y en fin, había "mucho odio a los fascistas", había "fuerzas incontroladas" que iban a su bola y no obedecían a las autoridades oficiales. Bueno. ¿Y eso qué significa? ¿Que lo de Paracuellos lo hicieron esas fuerzas por su cuenta? Pues que lo diga. Pero no lo dice. Y en una última carambola, viene, el viejo stalinista, a decirnos que Unzueta, en realidad, le tiene tirria por otra cosa:
Y tengo la desagradable impresión de que el señor Patxo Unzueta reacciona como lo ha hecho en su artículo más que contra otra cosa, contra mi artículo también publicado en su diario "Naciones y nacionalidades".
Resumen: Unzueta dio en el clavo.
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