En el lejano Oriente, cada vez más lejano, uno se acaba dando cuenta de que efectivamente las cosas son diferentes. Incluso en los gestos cotidianos. O precisamente en esos.
Al comprar la prensa está toda la prensa del régimen perfectamente dispuesta, con sus portadas bien visibles y sus montoncitos bajando de forma progresiva. Como debe ser. La otra prensa, la que no entiende la tierra aunque se empeñe en hacer ediciones desde allí, está escondida, tímidamente visible bajo la otra. Claro, se compra menos. Aunque igual es porque está escondida.
Paseando por pleno centro de la ciudad, menuda Gracia, falta una bandera. ¿La estarán lavando? Dos meses en la lavadora por lo menos. Eso sí que es un lavado largo. Aunque cuando vuelven a reaparecer no se ven especialmente limpias, así que se habrá tratado de un simple planchado.
Pero lo peor no es eso. Lo peor es que en cualquier conversación siempre eres el raro. El facha. Sabes que hay algún silencioso que no habla de política porque no se atreve, o porque ya se ha dado por vencido...Igual en su día él también fue el raro. Pero yo cada vez estoy más contento de serlo. En mi urna de cristal facha procuro discutir, hablar, con los unos y con los otros de las razones y los principios que me impulsan a pensar como pienso. Quizás ahí esté el problema. Para qué pensar, sí es más fácil que nos den los pensamientos bien masticaditos. Vaya una sociedad, que se pasa el día diciéndote: "Deje de pensar e intégrese, si us plau".
sábado, 22 de octubre de 2005
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