A propósito del fascismo en España en los tiempos de la 2ª República, veamos que opinaban sobre este asunto y sobre la propia república (“este Estado democrático”) y la Constitución algunos destacados dirigentes socialistas como Amaro del Rosal y los más moderados Saborit o Besteiro.
Se reproducen seguidamente algunos pasajes relevantes procedentes de las Actas de las reuniones que la UGT, el sindicato socialista presidido por el legendario líder Julián Besteiro, celebró entre los meses de septiembre de 1933 y octubre de 1934.
Estos textos proceden del libro 1934: el movimiento revolucionario de octubre (Akal, Madrid, 1984), publicado por el dirigente socialista Amaro del Rosal, uno de los más destacados representantes del ala izquierdista, que, derrocando a Besteiro y a los suyos, impuso su línea revolucionaria y abrió las puertas a la revolución de octubre y a la guerra civil. Los textos se reproducen literalmente, sin efectuar ninguna corrección de sintaxis.
Presentando dichas Actas, escribe Amaro del Rosal:
En la historia del Partido Socialista y de la UGT no existe el antecedente de una lucha ideológica, tan agria, tan violenta, en su fondo y en su forma, como la que se registra en el período de octubre de 1933 a octubre de 1934. No era para menos, puesto que esa etapa encerró trascendentales problemas políticos que pusieron en vilo a España.
Las actas respectivas de los Comités Nacionales de la UGT, de septiembre de 1933 hasta febrero de 1934 son el mejor exponente de una lucha sin cuartel que tiene una gran carga ideológica mezclada, lamentablemente, con subjetivos problemas personales carentes, en muchos casos, de razón y en otros de nobleza.
Actas de las reuniones del Comité Nacional de la UGT entre septiembre de 1933 y enero de 1934
Triunfan los socialistas revolucionarios sobre los moderados
Destitución de Julián Besteiro
Reunión del 23 de diciembre 1933:
SABORIT:
¿Se trata de que hay un peligro inmediato de fascismo? Yo digo que eso seriamente no hay quien lo diga. Seriamente, en España, después de siete años de dictadura militar y monárquica, no hay quien lo diga. Lo que ha habido en España es una coalición electoral terrible contra nosotros, no contra la República. Porque, además, permitidme que os diga que yo conozco un poco el mapa político-geográfico de España y que, además, lo que nos ha pasado en estas elecciones es que el Parlamento del que formaba yo parte hizo una ley que luego no hemos estudiado para sacarle el jugo, porque se pudo hacer otra y, si se hubiera hecho otra, habría que haber luchado con arreglo a esta ley. […]
VIDAL ROSELL:
Existe [el peligro inmediato de fascismo], hasta en Madrid, tengo pruebas de que hay individuos pagados con diez pesetas y la comida.
SABORIT:
Yo lo que niego, compañero Vidal, es un fascismo preparado para asaltar el Poder. No niego la existencia de grupos más o menos pagados para asaltar en un momento determinado este edificio, El Parlamento, la Casa del Pueblo la Presidencia de la República. Pero eso es distinto. Yo de lo que hablo es una organización que pueda hacer temblar a la Unión y al Partido, no de un golpe de mano. Golpes de mano de la derecha o de la izquierda los puede haber y los habrá siempre. [...]
Ahora el periódico publica artículos francamente comunistas y de tendencia comunistas y es donde está, a mi juicio, la raíz y la desviación. [...]
[Sirva esta pequeña muestra para ilustrar el nivel de preocupación real que provocaba el fascismo en España. La Falange, el partido fascista de mayor alcance, era un grupo muy minoritario que en las elecciones de 1936 obtuvo un total de 44.000 votos en toda España, aproximadamente el 0,7% del total, lo cual revelaba que el fascismo era más débil en España que en cualquiera de los demás grandes países del continente europeo (S.Payne, El fascismo, Alianza Ed.). Ciertamente su posición en medio de la radicalización de la vida política era clara. Así, en mayo de 1935, en una reunión de la plana mayor de Falange celebrada en el Parador de Gredos, José Antonio Primo de Rivera afirmó claramente que su deber era «ir, por consiguiente, y con todas sus consecuencias, a la guerra civil». Pero sigamos con las Actas de la UGT]
AMARO ROSAL:
Pero, ¿qué influencia ha tenido El Socialista, que es el culpable? ¡Ah! El Socialista representa al Partido; si el Partido ha dicho revolución, no porque quiera el Partido, sino porque las masas marchan a ella, no vamos a ser tan torpes que dejemos escapar la ocasión, ya que el proletariado tiene que seguir la misma maniobra que la burguesía y es evidente y fatal que ha de reproducirse la revolución socialista pena de que se nos diga lo contrario de que renunciemos a la revolución, de que sea preferible sucumbir sin lograr los deseos de emancipación de la clase trabajadora, [....]
Esta situación determina que hay que hacer el movimiento y que es favorable. En el año 23 no había República, pero no había una corrupción absoluta de la pequeña burguesía española, no existía la fuerza que tiene la Unión General de Trabajadores, no había un descontento en el Ejército, como lo hay hoy, no estaban minados los fundamentos de la sociedad española. El año 23 no se puede comparar en absoluto con el año 33. El año 33 es favorable a la revolución. Existe un espíritu revolucionario; existe un Ejército completamente desquiciado, hay una pequeña burguesía con incapacidad de gobernar, que está en descomposición, que está completamente desligada, aunque ahora en estos años quiera reincorporarse. Tenemos un gobierno que no conoce la historia de España, que es el de menor capacidad, el de menos fuerza moral, el de menos resistencia. Por eso yo opino que ahora todo está propicio. [ ... ]
PETREL
Evidentemente, El Socialista ha influido a que en toda la clase trabajadora española se haya creado un estado de opinión favorable de una manera que no deja lugar a dudas, por lo menos para cuantos estamos en contacto con la masa respecto a la necesidad de ir a la revolución social, si queremos acabar con este estado cada vez de mayor opresión con que se nos va cercando. [...]
VIESCA:
Si vamos a ir a un movimiento, si vamos a hacer la revolución social, debemos mirar bien cómo lo hemos de hacer. ¿Nada más que con declararnos en huelga? ¿Nada más que con nuestras fuerzas? O ¿sumándonos a esos otros elementos que están en la calle? Y yo os digo: trescientos hombres en Zaragoza traen en jaque a toda la ciudad y a toda la fuerza pública, y la traen en jaque porque indiscutiblemente son elementos que yo creo que lo mismo disparan en Zaragoza que en el Tercio o en cualquier parte, porque son profesionales. [...]
Y nosotros, ¿tenemos medios? Porque allí hemos pensado en armarnos para defendernos, y yo no sé cómo pueden adquirirse armas. Ha salido un compañero para San Sebastián, que decían que allí podían facilitar armas, ha salido haciendo un sacrificio enorme, iba a por cien pistolas y resulta que cuestan 6.000 pesetas y pico, y no hemos podido hacernos con ellas. [...]
BESTEIRO:
Ya saben ustedes que acaso yo sería uno de los que estarían menos conformes con muchas partes de la Constitución, la cual se ha redactado en muchos puntos de una manera hasta opuesta a mi modo de ver las cosas. Sin embargo, creo que una vez que la Constitución se ha votado y que la tenemos y que la Constitución marca el procedimiento por el cual únicamente puede reformarse, nosotros debemos procurar que esa garantía subsista porque estamos en un momento de reacción que yo esperaba, y temo que cuando llegue me parezca todavía mucho mayor que mis previsiones, y esto, naturalmente, tiene que preocuparme.
Pero si podemos en ese instante tener algún arma para defendernos, ésta es el arma de las garantías que nos ofrece el Estado democrático más o menos puro que hemos creado. [...]
AMARO ROSAL:
También dice [Besteiro] que una de las garantías para nosotros es el Estado moderno democrático que habíamos creado. Me parece que no haría falta andar en disquisiciones históricas para demostrar que a la clase trabajadora este Estado democrático creado por nosotros ya deja de servirla en cuanto la República entre declive.
BESTEIRO:
Desde luego, yo no he querido ni he intentado una controversia sobre la necesidad de la dictadura del proletariado o sobre la democracia. [...]
AMARO ROSAL:
Es decir, que yo hago una proposición concreta de que acordemos ir a un movimiento revolucionario para defender los intereses de la clase trabajadora que están en peligro. [...]
PRETEL:
Yo creo que el punto de toque y lo que conviene aclarar es lo siguiente: que mientras existan organizaciones influenciadas por esos criterios a que antes aludía, que opinan que de lanzarse a un movimiento ha de ser para implantar la dictadura del proletariado, hay por el contrario, otro criterio que dice que, de ir a un movimiento, éste se detendrá sólo en los puntos que acaba de manifestar el compañero Besteiro, es decir, en defender la Constitución.
Comentarios de Amaro del Rosal acerca de la organización y objetivos de la revolución socialista y de su insurrección armadaOrganización de las milicias socialistas
La organización de las milicias descansaba en el siguiente esquema: formación de escuadras de diez individuos con un jefe y un subjefe; de secciones, de compañías integradas por diez escuadras con sus jefes respectivos. Un grupo de contingentes se asignaba a uno de los cinco sectores en que estaba dividido Madrid, cada sector tenía su jefe. Fueron éstos: José Lain Entralgo, Fernando de Rosa, Victoriano Marcos, Menoyo y Coello (Mariscal Vinagre). A su vez, estos jefes estaban bajo la dirección del Comité Revolucionario de Madrid y del Comité Nacional de Enlace. ¿Quién ejerció una jefatura superior? Esto nunca fue precisado. En abstracto, parecía que era el equipo dirigente de las Juventudes. [...]
Cada Comité Provincial se responsabilizaba en constituir y controlar los comités locales en los pequeños pueblos y localidades de su radio de acción, siguiendo las normas de carácter general establecidas por el Comité Nacional Revolucionario. [...]
Romper con la República democrático-burguesa. Establecer en su lugar la dictadura del proletariado
Si de lo que se trataba era de recuperar la República para desarrollar la revolución democrático-burguesa, que el régimen republicano había logrado en sus tres primeros años de existencia, Azaña estaba con el movimiento; pero nosotros propugnábamos y proclamábamos como objetivo la conquista del poder para establecer la dictadura del proletariado. Azaña y los suyos no estaban con este plan, sino que les asustaba. [...]
====(hasta aquí los textos obtenidos del libro publicado por Amaro del Rosal 1934: el movimiento revolucionario de octubre (Akal, Madrid, 1984))====
Veamos ahora qué decían otros dirigentes históricos, también sobre la revolución, en fechas próximas a las elecciones generales convocadas para el 16 de febrero de 1936:
Largo Caballero, en el curso de una convocatoria electoral que tuvo lugar en Alicante, afirmaba: «Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados [los del Frente Popular: Unión Republicana, Izquierda Republicana, PSOE, UGT, PCE, FJS, Partido Sindicalista y POUM]; pero si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la guerra civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos» (El liberal de Bilbao, 20 de enero de 1936). Tras el anuncio de la voluntad socialista de ir a una guerra civil si perdía las elecciones, el 20 de enero, Largo Caballero decía en un mitin celebrado en Linares: «[...] la clase obrera debe adueñarse del Poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el Poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la revolución» (El liberal de Bilbao, 21 de enero de 1936). El 10 de febrero de 1936, en el Cinema Europa, Largo Caballero volvía a insistir en sus tesis: «[...] la transformación total del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas [...] estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia» (El liberal de Bilbao, 11 de febrero de 1936).
No menos explícito sería el socialista González Peña al indicar la manera en que se comportaría el PSOE en el poder: «[...] la revolución pasada [la de Asturias] se había malogrado, a mi juicio, porque más pronto de lo que quisimos surgió esa palabra que los técnicos o los juristas llaman juridicidad. Para la próxima revolución, es necesario que constituyéramos unos grupos que yo denomino de las cuestiones previas. En la formación de esos grupos yo no admitiría a nadie que supiese más de la regla de tres simple, y apartaría de esos grupos a quienes nos dijesen quiénes habían sido Kant, Rousseau y toda esa serie de sabios. Es decir, que esos grupos harían la labor de desmoche, labor de saneamientos, de quitar las malas hierbas, y cuando esta labor estuviese realizada, cuando estuviesen bien desinfectados los edificios públicos, sería llegado el momento de entregar las llaves a los juristas».
Las afirmaciones de Largo Caballero o de González Peña difícilmente hubieran podido ser más explícitas.
Las amenazas a Calvo Sotelo y Gil Robles en las Cortes.
En No fue posible la paz, Gil Robles recoge el siguiente incidente ocurrido el 1 de julio del 36 durante una sesión de las Cortes. El diputado socialista Ángel Galarza dijo: «La violencia puede ser legítima en algún momento. Pensando en Su Señoría [por Calvo], encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida». El presidente de las Cortes dio orden de borrar sus frases, pero Galarza advirtió: «Esas palabras, que en el Diario de Sesiones no figurarán, el país las conocerá, y nos dirá a todos si es legítima o no la violencia» (este es el mismo Galarza que unos meses después, siendo ministro de la Gobernación, proclamará su sentimiento por no haber participado en el asesinato de Calvo Sotelo).
Unos días después, el 15 de julio, en la reunión de la Diputación Permanente de las Cortes, Gil Robles recuerda en su discurso el episodio anterior: «¿Es que no recordamos […] que el diputado señor Galarza, perteneciente a uno de los grupos que apoyan al Gobierno, dijo en el salón de sesiones —yo estaba presente y lo oí— que contra el señor Calvo Sotelo toda violencia era lícita? ¿Es que acaso tales palabras no implican una excitación, tan cobarde como eficaz, a la comisión de un delito gravísimo? [...] Pero hay otra responsabilidad, todavía mayor si cabe. El señor Calvo Sotelo no ha sido asesinado por unos ciudadanos cualesquiera: el señor Calvo Sotelo ha sido asesinado por agentes de la autoridad. Tened la seguridad de que la sangre del señor Calvo Sotelo está sobre vosotros, y no os la quitaréis nunca; sobre vosotros y sobre la mayoría. ¡Triste sino el de este régimen si incurre, frente a un crimen de esa naturaleza, en el error tremendo de pretender paliar los acontecimientos!» (recogido por El Debate).
En la mira de los pistoleros no sólo estaba Calvo Sotelo, sino también Gil-Robles, a quien fueron a buscar a su casa la noche fatídica. Pero el líder de la CEDA pasaba unos días fuera de Madrid, y eso le salvó. Al igual que Calvo, había recibido constantes improperios y provocaciones en el Parlamento, sin excluir amenazas de muerte. El 15 de abril José Díaz había dicho: «Esta es una Cámara de cuellos flojos y de puños fuertes (...).Yo no sé cómo va a morir Gil-Robles (un diputado: "¡en la horca!") (...) pero sí puedo afirmar que si se cumple la justicia del pueblo morirá con los zapatos puestos». Siguió un escándalo, y Jiménez de Asúa, presidente de las Cortes, ordenó borrar la frase del Diario de Sesiones. Pero La Pasionaria la repitió con escarnio: «Si os molesta, le quitaremos los zapatos y le pondremos las botas».
Muchos años después, el 25 de julio de 1981, en una entrevista a El País, Dolores Ibárruri explicaba: «Pude haberle dicho [a Calvo] muchas cosas, es usted un vividor, un sinvergüenza, pero nunca le dije que moriría con los zapatos puestos: yo no podía hacer una amenaza de esa naturaleza. Ahí está el Diario de Sesiones». La amenaza no fue, en efecto, contra Calvo (como se ha dicho a menudo por un error comprensible) sino contra Gil-Robles, y no está en el Diario de Sesiones —como no lo están las incitaciones de Galarza, por la razón vista—, pero fue reproducida en Mundo Obrero al día siguiente.
Discurso del señor Gil Robles en el debate parlamentario de las Cortes del 15 de abril de 1936.
"Media nación no se resigna a morir"
A su señoría, señor Azaña, que dice que siente profundamente a España [...] le pregunto: ¿Cómo puede cohonestar ese sentido de la patria con la colaboración de grupos que se dicen internacionalistas, que niegan la patria, que propugnan su disolución y que recientemente han amparado a grupos que en manifestaciones públicas se han permitido dar el grito de ¡Muera España!? (Muy bien.)
Su señoría propugnaba una política democrática [...] Pero ese sentido netamente democrático, que significa la colaboración de todos los ciudadanos en la obra y en los empeños del gobierno y de regir la vida pública, ¿se acomoda con ese concepto de la dictadura del proletariado, que no es más que la imposición de una clase para destruir al resto de las clases sociales? (Muy bien y rumores.) [...]
Su señoría, con las masas que le siguen, parece que desconoce que en los momentos actuales en todos los pueblos y aldeas de España se está desarrollando una persecución implacable contra las gentes de derecha; que se multa, y se encarcela, y se deporta, y se asesina a gentes de derecha por el mero hecho de haber sido interventor, o apoderado, o directivo de una organización de derechas durante estos tiempos; que ahora, a los que estamos actuando dentro de la legalidad, se nos persigue, y se nos atropella, y en el momento en que se va a abrir una consulta para elegir al supremo magistrado de la República, nos encontramos con que nuestras fuerzas dicen que no existe la mínima garantía, no ya de independencia para emitir el sufragio, sino de vida. [...]
Desengañaos, señores diputados, una masa considerable de opinión española que, por lo menos, es la mitad de la nación, no se resigna implacablemente a morir; yo os lo aseguro. Si no puede defenderse por un camino se defenderá por otro. Frente a la violencia que allí se propugna surgirá la violencia por otro lado, y el Poder público tendrá el triste papel de espectador de una contienda ciudadana en la que se va a arruinar, material y espiritualmente, la nación. La guerra civil la impulsa por una parte la violencia de aquellos que quieren ir a la conquista del Poder por el camino de la revolución; por la otra, la está mimando, sosteniendo y cuidando la apatía de un Gobierno que no se atreve a volverse contra sus auxiliares, que tan cara le están pasando la factura de la ayuda que le dan. [...]
(El Debate, 16-4-1936)
Fuentes:
Stanley Payne: “El Fascismo”. Ed. Alianza.
Pío Moa: “Los mitos de la Guerra Civil”. Ed. La esfera de los libros.
César Vidal “Paracuellos-Katyn”. Ed. LibrosLibres.
Pío Moa: “1934: Comienza la Guerra Civil”. Ed. Áltera.
Pío Moa: “1936: El asalto final a la República”. Ed. Áltera.
Dice J.F. Revel (En El conocimiento inútil):
«Qué es la ideología? Es una triple dispensa: dispensa intelectual, dispensa práctica y dispensa moral. »
Así, quien sigue una ideología, puede permitirse retener sólo los hechos favorables a la tesis que se sostiene, incluso inventarlos totalmente, y negar los desfavorables, omitirlos, olvidarlos, impedir que sean conocidos. No hay necesidad de vivir confrontando las ideas sobre la realidad con la propia realidad ni tampoco es obligatorio plantearse las propias acciones como buenas o malas si no es en función de la eficacia de dichas acciones al servicio de la ideología.
lunes, 19 de diciembre de 2005
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Pero a ver hombre, rouco.
ResponderEliminarDe verdad que no se te ocurre ya nada mejor que eso?
No te afundas en el ridículo, tío.
Cúrratelo un poco más hombre.
Y aparte de tu max-mix habitual, ¿algo que decir (pertinente) acerca del tema de este artículo?
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