lunes, 6 de febrero de 2006

El mito de la matanza de Badajoz (agosto 1936)

Tomado del libro de Ángel David Martín Rubio, "Los mitos de la represión en la Guerra Civil", Grafite Ed., 2005, 283 páginas.
----------------

En 1974, José Luis Vila San Juan publicaba una obra acerca de los enigmas de la guerra civil en la que se incluye un capítulo titulado «Las represalias tras la toma de Badajoz» que contiene un certero análisis de lo ocurrido en la capital pacense y de la leyenda nacida entre «el silencio de una parte y el exceso de imaginación de la otra» 1. También nosotros hemos dedicado algunas páginas al mismo asunto, coincidentes en lo sustancial con lo afirmado desde la Universidad de Extremadura por Fernando Sánchez Marroyo 2. Sin embargo, algunos siguen repitiendo las mismas mentiras de una propaganda empeñada en imaginar un macabro espectáculo que nunca existió y en el que se habrían repartido hasta invitaciones. Así describen lo sucedido los autores de Víctimas de la guerra:
«El 14, las tropas del general Juan Yagüe tomaban Badajoz, mostrando, para que todo el mundo se enterara, que el éxito en el frente de guerra pasaba por no dejar posibles enemigos en la retaguardia. Cientos de prisioneros fueron llevados a la plaza de toros donde, de nuevo en palabras del dirigente socialista, "atraillados como perros de caza, eran empujados al ruedo para blanco de las ametralladoras que, bien emplazadas, los destruían con ráfagas implacables" [...]
Si creemos a Julián Zugazagoitia, en la ya citada masacre de la plaza de toros de Badajoz se distribuyeron invitaciones para el “espectáculo”» 3.
NACE LA LEYENDA
Después de algunos preliminares, el 14 de agosto de 1936 se producía el asalto definitivo de las tropas nacionales a Badajoz mediante una serie de operaciones que son bien conocidas 4. La V Bandera de la Legión penetró en la ciudad a través de los cuarteles de Menacho y la Bomba, el II Tabor de Tetuán entró por la Puerta de Carros y la 16a Compañía de la IV Bandera atacó por Puerta Trinidad logrando atravesar la brecha en cuatro oleadas sucesivas. Algunas autoridades y buen número de combatientes habían abandonado la ciudad con dirección a Portugal o a la bolsa que se formó en el suroeste de la provincia, pero otros se quedaron o no pudieron huir. La defensa en las casas y encrucijadas trajo consigo una tenacísima lucha que duró hasta entrada la noche: «Los terribles combates, y luego la persecución del enemigo, habían tenido lugar dentro de un casco urbano densamente poblado, cuyo vecindario vivió horas de grandísimo terror y angustia» 5.
Los testimonios de los periodistas, estuvieran o no en Badajoz en los primeros momentos, han tenido parte principal en la difusión de ciertas versiones sobre lo ocurrido en esta ciudad. Más tarde serían los historiadores de la guerra quienes asumieron aquellos relatos o trataron de depurar su contenido.
Los corresponsales que acompañaban a la Columna Madrid no consiguieron entrar en la capital pacense, en cambio tres periodistas atravesaron la frontera portuguesa a partir de la madrugada del 15 de agosto y se movieron con relativa facilidad por Badajoz con posterioridad a la conquista: M. Dany, de la agencia Havas; J. Berthet, de Le Temps y Mario Neves, del Diario de Lisboa 6. Pero fue el norteamericano Jay Allen, corresponsal del The Chicago Tribune que llegaba a Badajoz nueve días más tarde, quien publicó el 30 de agosto un reportaje en la línea que cristalizará definitivamente. En términos similares, se presenta a Yagüe como responsable de una carnicería indiscriminada en la plaza de toros en el reportaje aparecido en el diario madrileño La Voz (27-octubre) 7.
«Cuando Yagüe se apoderó de Badajoz, utilizando para el ataque el territorio portugués, hizo concentrar en la Plaza de Toros a todos los prisioneros milicianos y a quienes, sin haber empuñado las armas, pasaban por gente de izquierda. Y organizó una "fiesta". Y convidó a esa fiesta a los cavernícolas de la ciudad cuyas vidas habían sido respetadas por el pueblo y la autoridad legítima.
Ocuparon los tendidos caballeros respetables, piadosas damas, lindas señoritas, jovencitos de San Luis y San Estanislao de Kotska, afiliados a Falange y Renovación, venerables eclesiásticos, virtuosos frailes y monjas de albas tocas y mirada humilde. Y, entre tan brillante concurrencia, fueron montadas algunas ametralladoras.
Dada la señal —suponemos que mediante clarines—, se abrieron los chiqueros y salieron a la arena, que abrasaba el sol de agosto, los humanos rebaños de los liberales, republicanos, socialistas, comunistas y sindicalistas de Badajoz. Confundíanse los viejos y los niños, también figuraban mujeres: jóvenes algunas, ancianas otras; gritaban, gemían, maldecían, increpaban, miraban con terror y odio hacia las gradas repletas de espectadores. ¿Qué iban a hacer con ellos? ¿Exhibirlos?¿Contarlos?¿Vejarlos? Pero pronto, al ver las máquinas de matar con los servidores al lado, comprendieron. Iban a ametrallarlos.
Quisieron retroceder, penetrar nuevamente en los chiqueros.
Pero fueron rechazados, a golpes de bayoneta y de gumía por los legionarios y cabileños que estaban a su espalda. Y se apelotonaron lívidos, espantados, esperando la muerte.
Yagüe estaba en un palco, acompañado de su segundo, Castejón. Le rodeaban, obsequiosos y rendidos, terratenientes, presidentes de cofradías, religiosos, canónigos, señoras y damiselas vestidas con provinciana elegancia.
Levantó un brazo
y flameó un pañuelo. Y las ametralladoras comenzaron a disparar» 8
No es necesario insistir acerca de la falsedad e irresponsabilidad de esta crónica publicada en Madrid en vísperas de los fusilamientos de Paracuellos y después de tres meses de terror. Como apuntaremos después, había que contrarrestar tan penoso espectáculo y quizás por eso se explique su enorme difusión tanto dentro como fuera de España.
CONTRADICCIONES
Acerca del testimonio de uno de los periodistas citados, M.Dany, escribe McNeil-Moss:
«Me preocupé por saber cómo se escribió esta historia. El corresponsal era un tal señor Marcel Dany. No era corresponsal fijo de la "Havas ", y ninguno de los corresponsales de la Agencia que acompañaban al ejército de Franco conocía su existencia. Parece ser que no hablaba español. En compañía del periodista portugués Sr. Mario Neves, que le sirvió de guía e intérprete, salió de Lisboa el 15 de agosto a las 2 de la mañana. Llegaron a la frontera portuguesa y enseguida consiguieron una autorización telefónica de la Comandancia Militar de Badajoz para visitar la ciudad. En compañía del periodista portugués y de otro francés, M. Dany pasó allí algunas horas.
En contra de la historia escrita por Dany tengo en mi poder una crónica de lo que el periodista portugués vio y describió cuando acompañaba a aquél. No hace referencia alguna a que hubiese una matanza indiscriminada; afirma sí que hubo horas de duro combate en las calles y seguidamente algunas ejecuciones»
9.
Se han tratado de explicar las discrepancias entre estos relatos porque unos periodistas escribían para países democráticos mientras que Mario Neves estaba condicionado por la censura portuguesa pero teniendo en cuenta el tono de las precisiones de este último, parece más acertado recordar que los testimonios publicados en la prensa deben tomarse con precaución y no olvidar la función propagandística y la evidente parcialidad de muchos periódicos y de sus reporteros 10. Por ejemplo, es difícil no sospechar —como sugiere Ricardo de la Cierva 11 que Jay Allen quería contrarrestar con su artículo la terrible impresión que había causado internacionalmente el asalto de la Cárcel Modelo de Madrid.
El testimonio del portugués Mario Neves es tajante. Visitó la plaza de toros el 15 de agosto y anotó lo siguiente:
«Nos dirigimos enseguida a la plaza de toros, donde se concentran los camiones de las milicias populares. Muchos de ellos están destruidos. Al lado, se ve un carro blindado con la inscripción “Frente Popular, D.Benito, N°10”.
Este lugar ha sido bombardeado varias veces. Sobre la arena aún se ven algunos cadáveres, lo que da a la plaza un aspecto macabro de teatro anatómico. Todavía hay, aquí y allá, algunas bombas que no han explotado, lo que hace difícil y peligrosa una visita más pormenorizada»
12.
Los artículos de Mario Neves, que se han querido aducir como prueba de las matanzas y que resultan especialmente interesantes dada su posición pro-izquierdista, invalidan los relatos que pretenden que a esas mismas horas estaban teniendo lugar ejecuciones indiscriminadas en la plaza de toros, un lugar en el que resultaba inseguro permanecer debido a que habían quedado allí bombas sin explotar. El siguiente relato, publicado por uno de los autores que citan Reig Tapia o Espinosa, pertenece a lo que podemos llamar con toda propiedad historia-ficción:
«Poco después de la salida del sol del día 15 de agosto, las tropas victoriosas habían amontonado ya a los prisioneros en la arena de la plaza. No se establecieron responsabilidades. No se juzgó a nadie. Las víctimas eran sacadas por la puerta de caballos. Las ametralladoras habían sido fijadas en las contrabarreras del toril. Entre las siete y media y ocho de la mañana, las ametralladoras abrían fuego. En unos momentos caían muertos, sacrificados, más de 1.200 hombres, milicianos y soldados, comunistas y socialistas, republicanos, hombres de izquierda, campesinos, jornaleros, obreros, pastores..., La arena enrojeció, empapada de sangre. Los gritos de horror, los lamentos, los gemidos agónicos se escuchaban a gran distancia de la plaza» 13.
Y no es sólo que el estado en que encuentra la plaza no resulta compatible con estas escenas de matanzas masivas, al día siguiente, el desmentido es rotundo:
«Ayer se decía en Elvas que en la plaza de toros, transformada en prisión, se han llevado a cabo numerosos fusilamientos. Por eso, nos dirigimos hacia allá, con el fin de verificar la exactitud del rumor. Tras algunas dificultades, conseguimos entrar en la arena. Algunas docenas de prisioneros aguardan su destino. Pero la plaza no tiene un aspecto diferente del que observamos ayer, lo que nos lleva a suponer que el rumor es infundado. Los mismos automóviles destruidos y los mismos cadáveres que ayer tanto me impresionaron y que aún no han sido retirados» 14
En sus crónicas, Mario Neves no niega el hecho de la represión pero lo despoja de añadidos legendarios: si las bajas experimentadas en la lucha fueron cuantiosas, también resultaron numerosas las ejecuciones llevadas a cabo en los días siguientes a la ocupación de la ciudad. Esos fueron los cadáveres que Neves tuvo ocasión de ver en algunos puntos de la ciudad como la calle de San Juan, los cuarteles y en las hogueras que tanto le impresionaron en el cementerio 15 y donde se mezclarían, sin duda, los milicianos caídos en la lucha y los soldados y paisanos ejecutados como consecuencia de lo que él mismo llamó la inflexible justicia militar:
«De allí fuimos al cuartel de La Bomba uno de los puntos en donde más se ha luchado en estos días trágicos. Los barracones están totalmente destruidos a consecuencia del bombardeo. En el patio, cerca de las caballerizas, todavía se ven muchos cadáveres: la inflexible justicia militar...[...]
Después pasamos por el foso de la ciudad, que aún está repleto de cadáveres. Son los fusilados esta mañana, en su mayoría oficiales que combatieron hasta el último momento entre los que se mantuvieron fieles al gobierno de Madrid[...]
En las calles principales hoy ya no se ven, como ayer a primeras horas de la mañana, cuerpos insepultos. Nos aseguran personas que nos acompañan que los legionarios del Tercio y los regulares marroquíes encargados de ejecutar las decisiones de la justicia militar sólo quieren mantener expuestos los cadáveres durante algunas horas, en uno o en otro punto, para que sirvan de ejemplo» 16.
LOS SUCESOS DE BADAJOZ Y LA HISTORIOGRAFÍA RECIENTE
Prescindiendo de testimonios tan claros como el de Mario Neves, que sitúan la cuestión es sus justos términos, son varios los autores —entre ellos Paul Preston, Alberto Reig Tapia y Francisco Espinosa Maestre— que se han referido en términos muy semejantes a una serie de matanzas que habrían jalonado el avance de las tropas nacionales sobre Madrid y de las cuales la de Badajoz sería únicamente la que adquirió mayor relevancia gracias al testimonio de unos periodistas que pudieron romper el cerco de silencio.
Paul Preston 17 se ha convertido en portavoz de quienes descargan en Franco la última responsabilidad de estos sucesos:
«Franco sentía la misma consideración por los milicianos obreros opuestos a su avance sobre Madrid que por los cabileños a quienes había tenido que pacificar entre 1912 y 1925. Dirigía las primeras etapas de su esfuerzo bélico como si fuese una guerra colonial contra un enemigo racialmente despreciable. Los marroquíes sembrarían el terror por doquier, saquearían los pueblos que capturaran, violarían a las mujeres que encontrasen, matarían a sus prisioneros, mutilarían sexualmente sus cadáveres. Franco sabía que tal sería el caso y había escrito un libro en que hacía patente su aprobación de semejantes métodos» 18.
El tono de párrafos como el anterior —a cuyo lado las páginas más exaltadas de lo escrito hasta ahora sobre la Guerra Civil adquieren un todo de moderación— se repite constantemente en las páginas que Preston dedica a lo ocurrido en Badajoz:
«Fácilmente tomaron pueblos y ciudades de las provincias de Sevilla y Badajoz [...] aniquilando a todos los izquierdistas o supuestos simpatizantes del Frente Popular que encontraban y dejando un terrible rastro de asesinatos a su paso. A la ejecución de los milicianos campesinos capturados se referían sarcásticamente como “darles la reforma agraria”. Tras la captura de Almendralejo fueron fusilados mil prisioneros, incluidas cien mujeres. Las matanzas eran útiles desde diversos puntos de vista. Saciaban la sed de sangre de las columnas africanas; eliminaban gran número de oponentes potenciales (anarquistas, socialistas y comunistas a quienes Franco despreciaba como chusma); y, sobre todo, generaban un terror paralizante» 19.
En la misma línea de Paul Preston, a quien reconoce como «el inspirador principal de mis investigaciones» 20, Sebastián Balfour pretende estudiar —entre otras cuestiones— la relación entre la Guerra de Marruecos y la Guerra Civil. Entre sus numerosos desenfoques no extraña que, al relatar la matanza de la plaza de toros, no falten alusiones a las mil doscientas víctimas —en la primera noche—, a los gestos de júbilo para celebrar cada ejecución, a una especie de corrida de toros con seres humanos y a la banda de música. Todavía el 23 de agosto, el periodista Jay Allen «podía percibir el olor de la sangre de tantos hombres y mujeres ejecutados». En síntesis: una serie de detalles que ponen de relieve cómo únicamente repite lo ya dicho por autores como Peter Wyden 21, Reig Tapia, Vila Izquierdo 22 o el propio Preston.
El relato de Alberto Reig Tapia 23 sobre Badajoz está al servicio de su idea acerca de lo que llama los mitos de la tribu, un intento de diferenciar, leemos en la contraportada del libro: «Entre la historia y la memoria de la guerra y las manipulaciones propagandísticas que aún circulan debidas a un consenso políticamente funcional para el restablecimiento de la democracia en España, pero científicamente disfuncional para el afianzamiento y desarrollo de su cultura política».
El resultado es una puesta al día de los viejos mitos de la propaganda frentepopulista que se apoya sobre una base historiográfica completamente distorsionada y se expresa en el lenguaje agresivo y plagado de descalificaciones que estos autores han puesto en circulación y que se viene haciendo, desgraciadamente, cada vez más frecuente. Su fuente principal son los relatos de los periodistas Mario Neves y Jay Allen mientras que afirma haberse servido del ya citado Vila Izquierdo para situar el contexto histórico general de la guerra en la zona. En cambio, prescinde de las investigaciones elaboradas en torno a la Universidad de Extremadura, probablemente porque uno de sus principales representantes, el Doctor Sánchez Marroyo, es uno de los que ha puesto en sus verdaderos límites el asunto de Badajoz 24 y Reig Tapia hubiera tenido que renunciar a seguir escribiendo.
Las huellas de Vila Izquierdo y de Jay Allen son palmarias cuando Reig Tapia vuelve a darnos su versión de episodios como el intento de asalto a la cárcel de Badajoz, de los mil fusilados en Almendralejo o cuando los derechistas asesinados en Talavera la Real por milicianos en retirada se convierten en dieciocho ejecutados por un Tribunal Popular. Como tampoco ha sido muy riguroso al dar las cifras de las víctimas causadas por los frentepopulistas, tal vez espera que no seamos demasiado escrupulosos como para poner en cuestión que en esta última localidad fueron unos seiscientos los campesinos fusilados por los sublevados sin formación de causa 25.
Con semejantes precedentes, y otros que pueden comprobarse fácilmente, no parece que sea necesario prestar demasiada atención a las páginas que Reig Tapia dedica a la matanza de Badajoz, sí cabría exigir mayor rigor en la selección y empleo de sus fuentes a quien se presenta como Profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y de Política Española Contemporánea en la Universidad de Nueva York.
Las conclusiones de Reig Tapia han sido asumidas posteriormente por Francisco Espinosa Maestre 26, un autor que ha manejado exhaustivamente las Actas de Defunción de los Registros Civiles pacenses y la documentación de otros archivos mientras que en el uso de fuentes secundarias se muestra mucho más avezado que Reig Tapia.
[...]
Por paradójico que pueda parecer y aunque él pretende demostrar otra cosa, la investigación de Espinosa Maestre 27 viene a corroborar las cifras que otros hemos dado acerca de la represión en la capital pacense. En efecto, en el trabajo colectivo dirigido por Fernando Sánchez Marroyo y publicado en la Revista Alcántara 28, en el artículo de este último sobre la represión en Badajoz antes citado y en mis anteriores investigaciones 29 se coincide —con ligeras variantes— en que se registraron en Badajoz algo más de mil fusilamientos entre 1936 y 1945. Centrándonos en la critica que Espinosa Maestre hace a mis cifras, estas son sus palabras:
«El “error” es notable: ateniéndonos solo al Registro Civil de Badajoz, los 1.080 registrados de su trabajo para el período 1936-1945 se convierten según mi investigación en 1.243, una diferencia de 163 casos, casi todos relativos al 1936; y frente a sus 493 casos –simples números– contamos realmente con 663, que ahora se ofrecen por primera vez con sus datos personales y fecha de muerte. Naturalmente todas esas cifras aumentarían si tuviéramos en cuenta a los que habiendo sido asesinados en Badajoz fueron inscritos fuera de ella o a los que proceden de fuentes distintas al Registro de Defunciones, ninguno de los cuales fueron tenidos en cuenta en ese trabajo» 30.
Dejando de momento a un lado esta esperanza en un hipotético aumento de las cifras; observemos lo que dice Espinosa: «los 1.080 registrados de su trabajo para el período 1936-1945 se convierten según mi investigación en 1.243, una diferencia de 163 casos, casi todos relativos al 1936; y frente a sus 493 casos —simples números— contamos realmente con 663».
Es decir, que el incremento de víctimas en 1936 (170) supera en varios casos al incremento para todo el periodo (163), esperando que Espinosa nos aclare cómo es posible esto, podemos constatar cómo después de una búsqueda exhaustiva ha logrado incrementar la cifra de fusilados en Badajoz capital durante el año 1936 en un total de ciento sesenta y tres personas. Aún suponiendo que esta cifra fuera correcta cabe preguntarse si estaba más cerca de la realidad la cifra que habíamos proporcionado a partir del Registro Civil o las que venían repitiendo Vila Izquierdo, Preston, Reig Tapia y tantos otros (que oscilaban entre las mil doscientas solamente para la primera noche y las nueve mil). No cabe duda de que habíamos sido nosotros los primeros en fijar el orden de magnitud correcto: en torno a las quinientas personas para todo el año.
Pero es que, además, el incremento de las cifras no responde a esos ciento sesenta y tres casos y para demostrarlo basta acudir a las relaciones nominales 31; comprobamos allí que entre las víctimas de 1936 Espinosa incluye a las que se produjeron con anterioridad a la entrada en la ciudad de las tropas nacionales y que, por lo tanto, fallecieron en el asalto al Cuartel de Santo Domingo o como consecuencia de los bombardeos; mezcla víctimas de la represión y caídos en combate, añade caídos del bando nacional 32, tiene nombres repetidos... En síntesis, será necesaria una depuración de estos datos para poder determinar hasta que punto hay que elevar —siempre de manera no significativa— aquellas quinientas bajas con las que se efectuaron en otros Registros Civiles de la provincia.
NOTAS:
1 Vila San Juan, José Luis, Enigmas de la Guerra Civil Española, Nauta, Barcelona, 1974, p.57-74.
2 Cfr. Sánchez Marroyo, Fernando (et all.), «Una aproximación a la represión nacionalista en Extremadura», Alcántara 18 (1989), p.175-195; y Sánchez Marroyo, Fernando, «Los sucesos de Badajoz: entre la realidad y la propaganda» en Alonso Baquer, Miguel (dir.), La guerra civil española (Sesenta años después), Actas Editorial, Madrid, 1999, p.137-155.
3 Julián Casanova, en Juliá, Santos (coord.), Víctimas de la guerra civil, Temas de Hoy, Madrid, 1999. p.76 y 106.
4 Martínez Bande, José Manuel, La marcha sobre Madrid, Librería Editorial San Martín, Madrid, 1982, p.143-150. Numerosas precisiones sobre los relatos publicados acerca de lo ocurrido en Badajoz pueden verse en Martín Rubio, Ángel David, Salvar la memoria. Una reflexión sobre las víctimas de la guerra civil, Fondo de Estudios Sociales, Badajoz, 1999, p.152-162.
5 Martínez Bande, José Manuel, La marcha sobre, p.149.
6 En el New York Herald Tribune apareció una crónica firmada por Reynolds Packard pero la agencia United Press desmintió su presencia en la ciudad.
7 También un informe del Colegio de Abogados de Madrid afirmaba que «En Badajoz, al entrar las fuerzas fascistas, encerraron en los corrales de la plaza de toros a 1.500 obreros. Colocaron ametralladoras en los tendidos de la plaza y, haciendo salir a aquéllos a la arena, los ametrallaron impíamente. En terrible amontonamiento permanecieron los cadáveres en el ruedo. Algunos obreros quedaron heridos y nadie atendió los lamentos de su agonía», cit. por Reig Tapia, Alberto, Ideología e Historia. Sobre la represión franquista y la guerra civil, Akal, Madrid, 1984, p.163.
8 Cit. por Cabanellas, Guillermo, Cuatro Generales. II. La lucha por el poder, Planeta, Barcelona, 1977, p.287-288.
9 Mc Neil-Moss, The legend of Badajoz cit. por Neves, Mario, Las matanzas de Badajoz, Editora Reg. de Extremadura, Mérida, 1986, p.90.
10 «La opinión inglesa, como la de los demás países, tenía conocimiento de los acontecimientos que estaban ocurriendo en España a través de los corresponsales de agencias de noticias y periódicos; y en este aspecto, la actitud de cada uno de los bandos a la hora de utilizar los servicios de los periodistas fue muy distinta, pues mientras los republicanos manejaron a la perfección esta arma, sus contrarios no le dieron demasiada importancia, o dándosela, no supieron emplearla adecuadamente», Suárez, Federico, «El carácter de la guerra de España», Razón Española 18 (1986), p.24.
11 Cierva, Ricardo de la, Historia actualizada de la Segunda República y la Guerra de España, 1931-1939, Fénix, Madrid, 2003, p.314.
12 Crónica del 15-agosto; Neves, Mario, Las matanzas de Badajoz, p.44-45.
13 Vila Izquierdo, Justo, Extremadura: la Guerra Civil, Universitas Editorial, Badajoz, 1984, p.56. Citas semejantes podrían reproducirse de otros muchos libros cuyos autores prefieren repetir a los promotores de la leyenda que acudir a las fuentes.
14 Crónica del 16-agosto; Neves, Mario, Las matanzas de Badajoz, p.50.
15 Crónica del 17-agosto, censurada por el gobierno portugués, publicada por primera vez en 1964 y reproducida en Neves, Mario, Las matanzas de Badajoz, p.59-61.
16 Crónica del 16-agosto; Neves, Mario, Las matanzas de Badajoz, p.50-51.
17 Preston, Paul, Franco, Caudillo de España, Grijalbo-Mondadori, Barcelona, 1994.
18 Preston, Paul, Franco, Caudillo de España, p.189. No veo fundamento para la afirmación de que Franco despreciara a los milicianos como no lo hizo más tarde con el Ejército Popular. Valga como ejemplo la alusión a un episodio ocurrido precisamente en la Marcha sobre Madrid: «Franco alaba el heroísmo de un grupo de rojos que han resistido ocho días sitiados en la iglesia de Almendralejo. Eran cincuenta y aguantaron el incendio de la torre», Iribarren, José María, Con el General Mola, Librería General, Zaragoza, 1937, p.271.
19 Preston, Paul, Franco, Caudillo de España, p.209.
20 Balfour, Sebastián, Abrazo mortal. De la guerra colonial a la guerra civil en España y Marruecos. 1909-1939, Ediciones Península, Barcelona, 2002, p.9.
21 Wyden, Peter, La guerra apasionada. Historia narrativa de la Guerra Civil Española, 1936-1939, Martínez Roca, Barcelona, 1983.
22 Vila Izquierdo, Justo, Extremadura: la Guerra Civil.
23 Reig Tapia, Alberto, Memoria de la Guerra Civil. Los mitos de la tribu, Alianza Editorial, Madrid, 1999, p.107-147. El valor que hay que conceder a las páginas que Reig Tapia dedica a Badajoz se puede calibrar comparándolas con las que dedica al Alcázar de Toledo que considera «uno de los mitos más caros, si no el mito por antonomasia, del franquismo» (cfr. pp. 149-187). Para sostener su desmitificación tiene que prescindir y desprestigiar –naturalmente sin conseguirlo– las sustanciales aportaciones de todos los que han estudiado con rigor esta cuestión, sobre todo Alfonso Bullón de Mendoza y Luis E. Togores (cfr. Bullón de Mendoza, Alfonso - Togores, Luis Eugenio, El Alcázar de Toledo. Fin de una polémica, Actas Ed., Madrid, 2001). Una refutación de la exposición de Reig sobre el Alcázar puede verse en Moa, Pío, Los mitos de la guerra civil, La Esfera de los libros, Madrid, 2003, p.265-273.
24 Este rechazo a los trabajos procedentes de la Universidad de Extremadura es compartido por Espinosa Maestre que no se limita a silenciarlos sino que critica abiertamente a autores como Sánchez Marroyo y Chaves Palacios.
25 Reig Tapia, Alberto, Memoria de la Guerra Civil, p.112.
26 Espinosa Maestre, Francisco, La columna de la muerte, Crítica, Barcelona, 2003, p.257-258.
27 Espinosa Maestre, Francisco, La columna de la muerte.
28 Cfr. Sánchez Marroyo, Fernando (et all.), «Una aproximación a la represión».
29 Martín Rubio, Ángel David, Salvar la memoria, p.148-149.
30 Espinosa Maestre, Francisco, La columna de la muerte, p.504.
31 Cfr. Espinosa Maestre, Francisco, La columna de la muerte, p.340-348.
32 Por ejemplo Antonio Bravo González, Felipe Díaz Toro, Miguel Pérez Oñiveniz, José Prieto Uña y Agustín de la Cruz González.

[“Los mitos de la represión en la Guerra Civil”, págs. 117-127, 132-3]

12 comentarios:

  1. en eso estoy, precisamente.
    contando cómo pasó mientras otros cuentan cómo no pasó.

    ResponderEliminar
  2. Dos errores: los registros civiles no sirven de gran cosa para cuantificar las víctimas de 1936, pues la mayoría no fueron inscritas. El otro error es tratar de justificar la matanza posterior en base a que las tropas de Yagüe habían tenido muchas bajas: los muertos de los rebeldes fueron poquísimos, como muestran los trabajos de Espinosa (de izquierdas) y Francisco Pilo (de derechas).

    También fueron muy escasas las víctimas de la represión republicana en los meses Julio y Agosto de 1936 y están contabilizadas en la Causa General.

    ResponderEliminar
  3. Dos preguntas:
    ¿Por qué crees que sólo se usaron los registros civiles?
    ¿Los datos de Espinosa y Pilo (y de cualquier otro) arrastran necesariamente las mismas limitaciones (derivadas de que los registros civiles "no sirven de gran cosa")?

    ResponderEliminar
  4. Puedes intentar contestar tú mismo la primera pregunta. Sino, tanto Marroyo, como Espinosa, como Pilo, incluso Rubio te podrán explicar por qué causas tanto los registros civiles como los libros de cementerio de 1936 solamente incluyen una parte de las víctimas.

    Es erróneo suponer que un buen historiador "sólo utiliza los registros civiles", hay otras fuentes que se emplean para esta tarea, además de la historia oral, prensa, partes militares, listas de fusilados entregadas en cuarteles, etc. sin olvidar la existencia física misma de las fosas. El mismo Marroyo en el primer artículo citado en la bibliografía que acompaña este artículo comenta la limitación de los registros a la hora de cuantificar el número de víctimas, de ahí que el mismo autor lo llame "aproximación".

    Evidentemente que cualquier estudio arrastra limitaciones. No obstante, el estudio de la represión no ha hecho más que empezar, por lo que se espera que esas cifras de fusilados por los franquistas vayan en aumento. Y Badajoz no es una excepción.

    Repito para terminar que los registros no incluyen todas las víctimas de represión de 1936, ni siquiera una mínima parte de ellas. Hay casos extremos de pueblos donde no figura un solo inscrito o tan sólo unas cuantas personas, por cierto inscritas no durante la guerra sino tardíamente en los ochenta a fin de cobrar pensiones compensatorias establecidas durante la transición democrática.

    ResponderEliminar
  5. Pero es que yo ya sé que "Es erróneo suponer que un buen historiador "sólo utiliza los registros civiles", hay otras fuentes que se emplean para esta tarea, además de la historia oral, prensa, partes militares, listas de fusilados entregadas en cuarteles, etc. sin olvidar la existencia física misma de las fosas."

    Eres tú quien señaló como "error" el que "los registros civiles no sirven de gran cosa para cuantificar las víctimas de 1936, pues la mayoría no fueron inscritas".

    A saber por qué se te ocurrió escribir eso. No sé a qué vino.

    ResponderEliminar
  6. Como tampoco sé de donde sacas que se inteta "justificar la matanza posterior en base a que las tropas de Yagüe habían tenido muchas bajas"

    ResponderEliminar
  7. Me da la impresión de que no has leído lo que he escrito sobre los registros.

    Por última vez lo intentaré, y con esto termino aquí:

    Los registros civiles no sirven de gran ayuda porque en ellos no están inscritas todas las víctimas del "terror blanco". Por ese motivo los registros sólo sirven como aproximación.

    La verdad es que yo tampoco se a qué viene el escribir un relato así sobre Badajoz después de 70 años, y menos aún basado en lo que ha escrito un neofranquista como Rubio. Se echa de menos un poco más de originalidad, en acorde con los tiempos.

    Tampoco entiendo que te escondas ante preguntas de los lectores con lo de "dónde pone eso y lo otro". Cuando se escribe algo, aunque se plagie de otro, en un medio abierto hay que estar preparado para responder a todo. Problemas del corta-y-pega, imagino.

    En cuanto a "justificaciones", te diré por si no lo sabes que la matanza de Yagüe no guarda relación ni con la "represión republicana" (que en Badajoz concretamente se redujo a unos pocos asesinatos), ni con los muertos de los legionarios y moros de Yagüe en el asalto, que también fueron poquísimos.

    ResponderEliminar
  8. Y a mí me da la impresión de que te estás columpiando y quitando la careta a la vez.
    O sea que ahora David Rubio ya es un "neofranquista"...

    Y en qué quedan ahora esos "dos errores" que señalabas?
    ¿Defiendes pues que ocurrió esa matanza de Badajos en la plaza de toros tal como se describía en La Voz?

    ¿No te parecen más correctas las cifas de Rubio, bastante coincidentes con las de Espinosa?

    ResponderEliminar
  9. No se de dónde sacas que yo defiendo el relato de "La Voz", que salió varios meses después de la matanza; se nota que lees lo que te interesa y el resto te lo inventas.

    Y entre Rubio y Espinosa hay un abismo. El primero solamente se ha limitado a investigar en profundidad los crímenes de los "rojos", para los cuales sí hay documentos y registros, además de tumbas. Sobre los otros, los que se encuentran en las fosas comunes y en las cunetas, lo poco que escribe sobre el tema lo recoge de otros autores y siempre minimizando la cosa.

    Por tanto, nada de propia cosecha de este autor, que además es neofranquista, dicho esto como constatación, no como insulto.

    Hablando de mitos, los franquistas fueron maestros en la creación de esas leyendas a fin de enmascarar los genocidios cometidos contra civiles, como pasó en Badajoz y en tantas partes.

    Ahí de tejo, con tus tesis... espero que con la siguiente entrega seas algo más original.

    Y no te obsesiones mucho por desmontar lo de la corrida de toros, que una cosa no quita a la otra. Se mató, y mucho, tanto en Badajoz como en toda España.

    ResponderEliminar
  10. 1. Y entre Rubio y Espinosa hay un abismo. El primero solamente se ha limitado a investigar en profundidad los crímenes de los "rojos", para los cuales sí hay documentos y registros, además de tumbas. Sobre los otros, los que se encuentran en las fosas comunes y en las cunetas, lo poco que escribe sobre el tema lo recoge de otros autores y siempre minimizando la cosa.
    ---
    Esto te lo inventas. Típico wishful thinking ¿Has leído el libro de Martín Rubio?

    2. Por tanto, nada de propia cosecha de este autor, que además es neofranquista, dicho esto como constatación, no como insulto.
    ---
    ¿De dónde sacas esa constatación?

    3. Hablando de mitos, los franquistas fueron maestros en la creación de esas leyendas a fin de enmascarar los genocidios cometidos contra civiles, como pasó en Badajoz y en tantas partes.
    ---
    Ejemplos, por favor.

    4. Ahí de tejo, con tus tesis... espero que con la siguiente entrega seas algo más original.
    ---
    No es mi intención ser original. Ni pretendía presentar una "tesis".

    5. Y no te obsesiones mucho por desmontar lo de la corrida de toros, que una cosa no quita a la otra.
    ---
    No me obsesiono en absoluto. La matanza en la plaza de toros de Badajoz ya está perfectamente "desmontada" pero algunos siguen difundiendo el bulo
    [por ejemplo un tal 'Antonio' en
    http://radikaleslibres.blogspot.com/2006/03/carrillo-responsable-directo-de-las.html
    con aquello de "justificar" Paracuellos]
    por eso hay que volver sore la cuestión.

    6. Se mató, y mucho, tanto en Badajoz como en toda España.
    ---
    Así es. Fue una guerra terrile, como todas, en la que se enfrentaron dos bandos cuyos cabecillas no se definían por su amor a la democracia precisamente.

    ResponderEliminar
  11. Una:

    "Ejemplos (de genocidio), por favor".

    Otra:

    "Así es. Fue una guerra terrile."

    Así es, en qué quedamos? Si fue una guerra terrible, sobran los ejemplos, por algo tuvo que ser terrible.

    Tu misma pluma te traiciona.

    No creo que te hagan falta ejemplos de genocidios cometidos por los franquistas, teniendo el país lleno de fosas.

    Tú mismo te desmontas... y te defines...

    Ahí te quedas con las supercherías del sacerdote neofranquista, que lo disfrutes.

    ResponderEliminar
  12. Patético.

    La pregunta era:
    3. Hablando de mitos, los franquistas fueron maestros en la creación de esas leyendas a fin de enmascarar los genocidios cometidos contra civiles, como pasó en Badajoz y en tantas partes.
    ---
    Ejemplos (de mitos franquistas), por favor.

    Y no he dicho que no los pueda haber, simplemente te pido que respondas de tus propias palabras (y había más preguntas).
    Chico.

    ResponderEliminar