Con este título: Buenismo altruista: algunas dudas publicaba Juan José R. Calaza un artículo el martes en La Voz que exploraba el fascinante mundo submarino de la psicología de nuestros denostados progres. ¿Cuál es el elemento clave, la pieza que hace rular la máquina? Los buscadores del origen de esa especie hoy tan abundante encontrarán seguramente alguna pista en el suelto de Calaza, del que reproducimos un par de párrafos o así (si el loro deja de picar en el teclado su sinfonía en honor de ZP, cuya obertura suena algo así como CAC-CAC-CACAC-CACACACACAC-FUNGA, FUNGA, FUNGA-ETAETAETAETA-ETAETAETAETA-¡TATUT!-¡TATUT!-¡TATUT!)
"En principio, el altruismo podría entenderse como una forma de cooperación eventualmente diferida: damos hoy solidaridad para recibir mañana. Pero en las sociedades consumistas modernas cabe otra interpretación: es un medio para obtener el confort moral que nutre la autoestima. De hecho, el altruismo ha degenerado en una especie de humanismo buenista. No es este lugar para atacar con ceñida precisión el polisémico concepto de altruismo (ver Kolm e Ythier: Handbook of the Economics of Giving, Altruism and Reciprocity), si bien, para despejar dudas y ambigüedades, quiero dejar sentado que altruismo y sacrificio se oponen radicalmente.
El sacrificio es la asunción de las responsabilidades individuales a favor de la especie, de la sociedad, sin esperar ninguna recompensa personal. Por el contrario, el altruismo, en su versión buenista, conecta con una exaltación narcisista del ego tendente a reforzar la autoestima. El sacrificio es propio de los jefes, y el altruismo, de lo que se entiende por progres. El jefe es capaz de sacrificar incluso su prestigio y arrostrar la impopularidad en aras de la sociedad; el progre busca, con la pose altruista/buenista, el halago y el prestigio social (...)
(...) Pertrechado con el buenismo humanista, el sujeto se revaloriza a sus propios ojos y disculpa con ello las faltas y los errores políticos que ha cometido o que pueda cometer. En este sentido, el beneficio personal es enorme, pues permite, sin cargo alguno de conciencia, proyectar contra los excluidos del círculo la agresividad y las tensiones del medio. De ahí que el buenista, al obtener la justificación de sus actos por la autoestima, caiga con frecuencia en el sectarismo liberticida: no le interesa la libertad, sino su libertad (Y CONTINUA)"
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Magnífico el último párrafo del artículo de Calaza....
ResponderEliminarLos mismos que votaron LO MISMO que la Falange en el último referéndum tienen la cara dura de reprochar al PP que Tejero pida también un referéndum sobre la unidad de España....
Cinismo progre, creo que le llaman...