Paco Vázquez, a la dolce vita

Qué buen momento para retirarlo, qué buen momento para retirarse. Han confluido los intereses y ya está firmado el contrato: Vázquez al Vaticano. El PSOE se quita del medio a un señor que, en ocasiones, se sentía obligado a discrepar y el señor en cuestión se ahorra ya forever, en la Roma eterna, esa incómoda necesidad.

Mi loro está contento, qué digo contento, está descorchando un Rioja y juguetea con un habano que deberé fumar yo después de la pitanza, y haciendo anillos, que es lo que le gusta a este pájaro. Feliz sí, por la marcha de Vázquez. Por nosotros lo hubiéramos mandado a la Antártida, a pasar una temporada con los pingüinos, animalitos con los que guarda semejanza este señor. Sólo física, que los pájaros bobos nos parecen infinitamente más nobles y fiables, y no se dedican a oscuros negocios a la sombra del poder.

No nos importa si Vázquez se marcha para no asistir de cerca al cambalache del nuevo Estatuto gallego. O si se larga porque el proceso de centrifugación y descomposición en que estamos, le colocará cada vez más en un brete. O si realmente el gobierno español (bueno, lo que hace las veces de eso) quiere mejorar sus relaciones con la Santa Sede y por eso envían allá a un señor que dice que es católico.

De lo que estamos seguros mi loro y yo es que el deseo (hipotético) de Zetapé de estar a bien con el Papado nace de otro deseo suyo para con la Conferencia Episcopal y la Cope; el deseo de fulminar a ambos.

En todo caso, la salida de la escena de Vázquez deja claro, por si no lo estaba, de qué pasta están hechos los barones del PSOE. Si alguien confiaba en alguno de ellos para que defendiera la Constitución, la Nación, la Ley, la firmeza en la lucha contra el terrorismo, ya va sabiendo a qué atenerse. Estos señores sólo tienen un principio: a vivir que son dos días.