Ramoncín, mártir

Sabina ha dicho de él: "Si es más tonto, no nace". La frase es muy castiza, y hasta resulta muy chulesca en la voz de Sabina, pero no define bien al personaje. Ramoncín no es tonto; es más bien un cretino insufrible.

Uno puede ser tonto de nacimiento; sin embargo, nadie nace cretino. El cretino se hace. Quiero decir que es un estado que se alcanza tras un proceso.

En el caso de Ramoncín, dicho proceso se inicia cuando nuestro joven personaje, allá por los setenta, decide creerse David Bowie y tres o cuatro tontos se lo aplauden como una gran originalidad. Luego cultivaría esa marginalidad falsa que le lleva a convertirse en bufoncillo de la corte felipista en los 80 y 90.

Además de sus pretensiones musicales, Ramoncín se tiene por un erudito de gran originalidad. Probablemente su gran aportación a Occidente haya sido la originalísima obra "El tocho cheli" (Temas de Hoy, 1993). Lástima que diez años antes Francisco Umbral escribiera su "Diccionario cheli" (Grijalbo, 1983).

Ahora este ser marginal e incomprendido se nos presenta, disfrazado de víctima, como un Gran Inquisidor de la SGAE, esa organización tan amante de los cánones confiscatorios. Cuando le toca estar de guardia se permite arengar a la juventud. Los chavales, según él, tienen que saber que descargarse canciones no es gratis, "alguien está ganando mucho dinero con ello".

Esta actividad evangelizadora parece que ya está dando sus primeros frutos.