miércoles, 5 de julio de 2006

El episodio de Solzhenitsin

Para ver hasta qué punto la oposición antifranquista, y no sólo la declaradamente comunista, simpatizó con el totalitarismo soviético, y por ello no puede considerarse democrática, vale la pena reseñar su reveladora respuesta a unas declaraciones de Solzhenitsin en Madrid, ¡en 1976! [ver Nota]

Solzhenitsin, uno de los grandes testigos de la barbarie totalitaria en el siglo XX, declaró en la televisión española:

¿Saben ustedes lo que es una dictadura? (…) Los españoles son absolutamente libres para residir en cualquier parte y de trasladarse a cualquier lugar de España. Nosotros, los soviéticos, no podemos hacerlo en nuestro país. Estamos amarrados a nuestro lugar de residencia por la propiska (registro policial). Las autoridades deciden si tengo derecho a marcharme a tal o cual población (…)
Los españoles pueden salir libremente de su país para ir al extranjero (…) En nuestro país estamos como encarcelados. Paseando por Madrid y otras ciudades (…) más de una docena, he podido ver en los kioscos los principales periódicos extranjeros. ¡Me pareció increíble! Si en la Unión Soviética se vendiesen libremente periódicos extranjeros se verían inmediatamente docenas y docenas de manos tendidas y luchando por procurárselos (…)

También he observado que en España uno puede utilizar libremente las fotocopiadoras (…) Ningún ciudadano de la Unión Soviética podría hacer una cosa así en nuestro país.

En su país (dentro de ciertos límites, es cierto) se toleran las huelgas. En el nuestro, y en los sesenta años de existencia del socialismo, jamás se autorizó una sola huelga. Los que participaron en los movimientos huelguísticos de los primeros años del poder soviético fueron acribillados por ráfagas de ametralladora.


Y tras poner algunos otros ejemplos, el gran escritor concluía:

Si nosotros gozásemos de la libertad que ustedes disfrutan aquí, nos quedaríamos boquiabiertos.

Estas frases provocaron una reacción increíblemente furiosa, una auténtica explosión de sinceridad, por así decirlo, no sólo en medios abiertamente comunistas, sino en representantes intelectuales o políticos de la oposición como Juan Benet, que escribió:

Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Alexandr Solzhenitsin , los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Alexandr Solzhenitsin no puedan salir de ellos.

En la prensa progresista se multiplicaron las acusaciones a la televisión por haber organizado «un escándalo». Aquello era «una vergüenza»: «¿Quién habrá pagado el spot de don Alexandr?» El premio Nobel ruso quedó cubierto de improperios en un estilo que sólo puede calificarse de canallesco: «paranoico clínicamente puro», «Es un Nobel por nada (…) Miente a cada instante», «Habrían debido hacer de manera que Solzhenitsin contase todo esto al estilo de music-hall, rodeado de lindas muchachas del ballet Set 69. Este caballero tiene pasta de showman», «La barba de Solzhenitsin parece la de un cómico de pueblo (…) El escritor ruso hace reír al gallinero», «Multimillonario a costa de los sufrimientos de sus compatriotas», «Solzhenitsin está contra toda Europa (…) Pájaro de mal agüero», «enclenque», «chorizo», «mendigo desvergonzado», «bandido», «hipócrita», «siervo»… En el indecente torneo de ultrajes contra quien osaba decir simplemente la verdad andaban mezclados muchos de los más conspicuos intelectuales de la progresía y otros bastante más a la derecha.

No fue una anécdota trivial: Solzhenitsin atacó a un totalitarismo muy querido o respetado por aquella oposición, y eso no podía consentirse. Con tal campaña aquella gente se retrató indeleblemente. Y se retrató, de modo involuntario, con las mismas tintas que usaron Gregorio Marañón, Pérez de Ayala u Ortega y Gasset para describir a los «republicanos» de otro tiempo.

Aquella oposición seguía sin ser, desde luego, una alternativa al franquismo. Uno sólo puede preguntarse qué habría ocurrido si ella hubiera dirigido la transición a la democracia mediante su «ruptura».


Apéndice 2 de "Franco: Un balance histórico". Pío Moa. Ed. Planeta. 2005

Nota:
En una entrevista en marzo de 1976, sólo cuatro meses después de la muerte de Franco.

[Actualización]
Un autorretrato del antifranquismo
Juan Benet: "Me ratifico en lo que dije sobre Solzhenitsyn" (05/05/1976)
Jon Juaristi - Resistentes (ABC, 10/8/2008).

[Actualización]
En De la literatura considerada como una forma de urticaria de Carlos Alberto Montaner :
Llegó [a España] cargado de arrugas, de penas, de fuego patriótico, y les contó a los españoles de viva voz, débilmente traducido por un murmullo indigno de su pasión, la tragedia inmensa de su país. No convenció. Los árboles antifranquistas impidieron que se viera el bosque. Fue un error afirmar que los españoles, comparados con los rusos, no saben lo que es una dictadura. Aunque sea cierto, esto jamás aceptarán los españoles por una simple y biológica razón de que la única muela que puede doler es la propia.
No existe mayor dolor que el propio, puesto que el ajeno es siempre figurado, simulado, distante. Pura imaginación. Al español convencido de que el franquismo ha sido una horrenda pesadilla de palo y tentetieso, no le cabe en la cabeza que Franco era una monja clarisa comprado con Stalin. Y si no le cabe en la cabeza, lo político es no compararlos porque las comparaciones -como decían nuestras abuelas- son odiosas. Y más si se compara con metros de alambres de púas y el peso de grilletes. No hay grillete mayor que el que lastima mi tobillo.

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6 comentarios:

  1. Ya falta poco para el 18 de julio y este año se prevé mucho movimiento.

    Una lectura ad hoc.
    Carta abierta de Pío Moa al Consejo de Europa

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  2. ¿Conoces las declaraciones de Camilo Jose Cela contra Solzhenitsyn en 1976?

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  3. "Alexandr Solzhenitsyn ha hecho más anticomunistas que toda la CIA."
    http://www.elmundo.es/elmundolibro/2002/09/09/anticuario/1031560549.html

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  4. Aquí nadie "justifica" (mucho menos con afán) la dictadura del general Franco, que fue, como todo el mundo sabe un régimen autoritario y liberticida aunque no en la misma medida que el régimen comunista, como aclara Solzhenitsyn precisamente.

    Como muy bien dice S. Payne:
    "Como casi todos los mitos y tópicos habituales de la República y la Guerra Civil favorecen a la izquierda, una reacción partidista será inevitablemente que reevaluarlos o criticarlos seriamente supone favorecer a la «derecha» o el franquismo. En términos humanos, una vez más, esta reacción es enteramente comprensible, pero no tiene nada que ver con la erudición seria o con la investigación científica. En términos de indagación histórica, una actitud así es simplemente irracional y antiintelectual. Sobre una base mental de este tipo, cualquier avance significativo en la historiografía resulta imposible."
    http://radikaleslibres.blogspot.com/2005/12/en-defensa-de-po-moa.html

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  5. Fue Juan Benet quien dijo: “mientras exista gente como Solzhenitsin deberán existir los campos de concentración. Incluso deberían estar mejor vigilados para que personas como él no puedan salir”.
    http://blogs.periodistadigital.com/cronicasbarbaras.php/2007/08/15/regas_y_la_gauche_divine

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