Jueves tarde en Pontevedra city. Camino por la zona vieja y pronto me doy cuenta de que algo se está tramando. Me cruzo con un ancianísimo Fernández del Riego, mientras pasa a mi lado Rafael Louzán y su cohorte. A los pocos metros, tropiezo con el ex-historiador Ramón Villares. Decido entonces investigar y me allego hacia el museo de Pontevedra. Sospecho que aquel es el lugar del crimen.
Acierto. Una enorme cantidad de coches oficiales está aparcado allí, incumpliendo las ordenanzas. Pero ya sabe el señor lector, que en nuestra venturosa democracia, hay algunos más iguales que otros, y que esos otros no sólo tienen derecho a chófer, sino también a incumplir las reglas de tráfico...
Al llegar al museo, pregunto de qué se trata. Es un homenaje -me explican- a Filguiera Valverde, uno de los prócer del galleguismo. Al homenaje han acudido todas las fuerzas vivas de Galicia. En la mesa presidencial, oteo al Presidente Touriño, al alcalde Lores y al presidente de la diputación Louzán. Los tres partidos de Galicia, unidos en el acto.
Curioso me pareció aquel homenaje. Filgueira Valverde no sólo fue un erudito galleguista, sino también era miembro del establishment político-cultural del franquismo. Nada raro, por cierto. Los galleguistas siempre han tendido hacia las ideas reaccionarias, de modo que no es extraño encontrarles entre las filas del franquismo (recuerden a Risco y Cunqueiro escribiendo sonetos a Franco).
Lo extraño es, por tanto, ver cómo, en estos tiempos en que cualquier vinculación con la oprobiosa destruye reputaciones y memorias, las izquierdas saludaban a Filgueira Valverde. Deducimos entonces que la mayor quita la menor, y que el galleguismo es tan altamente respetado entre nosotros que permite que se te perdone la militancia franquista...
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