BNG: la "revolución" pendiente de traje y corbata

El candidato del BNG a la alcaldía de Vigo, Santiago Domínguez, nos mira desde sus carteles, trajeado y encorbatado, junto a este mensaje: "Súmate a la revolución". Lo dice en normativo, pero hoy no tengo traductores y menos para las tildes. El cartel, que no encuentro en interné, y la campaña, nos envían dos mensajes contradictorios en la misma paletada publicitaria. Y resultan terriblemente paletos. Hablar de revolución vestido de maniquí del Corte Inglés debería estar prohibido. Pero Santi no se arredra ante el ridículo y quiere ir a diestra y a siniestra:

-de un lado a por la juventú divino tesoro mundano, que supone afín a la idea -vaga- revolucionaria, que no a la práctica. A menos que consideremos como síntoma de algún impulso revolucionario juvenil la dedicación al botellón y a otras sustancias con el propósito de anular la conciencia; recuérdese en tal caso que es la consciencia, el consciente esfuerzo por aguzarla, aquello que distingue al revolucionario (no confundir con los vulgares asesinos, fanáticos, etcétera que han usurpado ese término). Y aclaremos, en fin, que cuando el Loro y yo hablamos de revolución no estamos pensando en tíos desgreñados con ropa de camuflaje y armas que perpetran no revoluciones sino grandes holocaustos.

-ahora que lo pensamos, Santi no está apelando a la juventú mundano tesoro, aunque también. Sino a la mediana edad, la madurez desencantada, que quiso una vez hacer una revolución y terminó haciéndose funcionaria. Snif. Pero claro, ya se sabe, eso no funciona individualmente, sino socialmente. Ahora, Santi se les aparece evocando aquel sueño marchito pero encarnado en un traje impecable, corbata discreta y barba esmeradamente cuidada. Un empleado de Banca a sus pies, señora, para hacer la revolución que usted mande. Ay, que risa.

-Y del otro lado, que si no nos queda manca la cosa, con esa pintiña de oficinista diligente, de jefe de servicio que sale de su despacho a hablar con el pueblo en forma de secretarias, Santi pide el voto de las gentes respetables (¿las hay?); mejor, hablemos en términos de clase: de la clase media confusa y difusa, el electorado que nada sabe de qué hay detrás de tal o cual sigla, ni le interesa, y se fija ante todo en el aspecto del candidato o candidata: pues a mí me gusta ése que parece buen chico, buen rapaz, simpático guapo. Porque la Porro va muy de imponente y es rubia (¡rubia! Peccato). Y Caballero parece un servidor de una familia Corleone (y si lo ves salir del coche oficial, más).

Santi es como de la revolución pendiente, aquello de Falange.