martes, 20 de noviembre de 2007

El conflicto entre democracia y liberalismo

«Democracia y liberalismo son dos respuestas a dos cuestiones de derecho político totalmente distintas. La democracia responde a esta pregunta: ¿Quién debe ejercer el Poder público? La respuesta es: el ejercicio del Poder público corresponde a la colectividad de los ciudadanos [...] El liberalismo, en cambio, responde a esta otra pregunta: ejerza quienquiera el Poder público, ¿cuáles deben ser los límites de éste? La respuesta suena así: el Poder público, ejérzalo un autócrata o el pueblo, no puede ser absoluto, sino que las personas tienen derechos previos a toda injerencia del Estado. Es, pues, la tendencia a limitar la intervención del Poder público.»

- Ortega y Gasset en «El espectador»

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«La democracia no puede definirse plenamente como el gobierno de la mayoría, si bien la institución de las elecciones generales es de suma importancia. En efecto, podría darse el caso de una mayoría que gobernase tiránicamente. [...] En una democracia las facultades de los gobernantes deben hallarse limitadas y el criterio primordial de su función debe ser éste: en una democracia, los gobernantes —es decir, el gobierno— pueden ser expulsados por el pueblo sin derramamiento de sangre. De este modo, si los hombres que detentan el poder no salvaguardan aquellas instituciones que aseguran a la minoría la posibilidad de trabajar para lograr un cambio pacífico, su gobierno será una tiranía.»

- Karl Popper en «La sociedad abierta y sus enemigos»

***

«Cuando veo que el derecho y los medios de mando absoluto han sido atribuidos a cualquiera que sea el poder, llámese un pueblo o un rey, una aristocracia o una democracia, una monarquía o una república, yo digo que es el germen de la tiranía.»

- Alexis de Tocqueville en «La democracia en América»


[Más en: P. Schwartz, ‘En busca de Montesquieu. La democracia en peligro.’]

17 comentarios:

  1. "las personas tienen derechos previos a toda injerencia del Estado"

    La afirmación es realmente ridícula. Y lo es porque en eso, justo en eso, estamos todos de acuerdo.

    Nadie, por ejemplo, ni a derecha ni a izquierda, admitirá que el Estado entre en nuestra alcoba y nos diga, por ejemplo, en qué postura tenemos que dormir.

    Las personas tienen derechos previos, y el Estado debe respetar esos derechos. Estamos de acuerdo.

    En lo que no estamos de acuerdo es en cuáles son esos derechos, dónde están los límites.

    En los USA, por ejemplo, el Estado (en algunos estados) prohibe ciertas prácticas sexuales (la felación). Ése es un ejemplo de intromisión inadmisible del estado en lo que únicamente concierne a la persona.

    Sí es en cambio perfectamente admisible, comprensible y exigible que el Estado se entrometa en lo que nos concierne a todos. Por ejemplo, el Estado puede perfectamente decidir que NADIE tiene derecho a utilizar impunemente su 4x4 para ir a comprar tabaco a la esquina, pues su 4x4 contamina el aire que nos pertenece a todos. El Estado podría, por ejemplo, fomentar, subvencionar o incluso ofrecer gratuítamente el transporte público mientras dificulta tanto como le de la gana (o incluso prohíbe) el transporte privado. Y nadie podría acudir a ninguna idea liberal para "exigir" su "derecho a contaminar mi aire", que también es el suyo, pues eso es algo que nos afecta a todos y que entre todos, por tanto, decidimos.

    Es, pues, una afirmación vacía la que nos manda Antonio. Vacía de contenido.

    ¿Debe el Estado vigilar que nadie conduzca borracho, sí o no?

    ¿Debe vigilar que un padre no maltrate a su hijo? ¿Y dónde comienza y dónde acaba el maltrato?

    Mi más fuerte defensa a la libertad individual de hacer cada uno con su vida lo que le de la gana (incluso quitársela, como en la eutanasia), mientras no afecte a la vida de los demás.

    Mi más fuerte defensa al ferreo control de lo que hace cada uno en su vida que afecta a la vida de los demás.

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  2. En ese "entre todos, por tanto, decidimos" está gran parte de la chicha de lo que plantea Ortega.
    También es cierto que la libertad no se puede dar como un valor absoluto, sin atender a sus consecuencias, y sin recurso a ningún tipo de coacción.
    Ver, por ejemplo, el cap.2 de
    Bruno Leoni, Freedom and the Law (LF ed.) [1961]
    http://oll.libertyfund.org/index.php?option=com_staticxt&staticfile=show.php%3Ftitle=920&layout=html

    Antonio

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  3. "la libertad no se puede dar como un valor absoluto, sin atender a sus consecuencias, y sin recurso a ningún tipo de coacción"

    Pues eso. La única diferencia es dónde unos y otros quieren poner el límite.

    No entiendo que los liberales se rasguen las vestiduras con "tonterías" como la libertad de prensa, y no se quejen (o al menos no se les oye) de, comparativamente, barbaridades mucho más graves como prohibir la homosexualidad, el adulterio, etc, y penar dichas actuaciones completa y absolutamente personales, y que para nada afectan a los demás, con penas de cárcel o incluso la muerte. Están (estais) obsesionados con Cuba, Chávez y demás y ni miran para Arabia Saudí, Emiratos, Dubai, y demás amigos de los USA.

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  4. Los límites: libertad negativa y libertad positiva.
    http://radikaleslibres.blogspot.com/2007/10/la-otra-educacin-para-la-ciudadana.html

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  5. Textos tan ridículos como éste:

    "Cabría plantearse...si supone falta de libertad política la imposibilidad de dar un salto de diez metros"

    me hacen dudar del objetivo de esta discusión.

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  6. Entiendo que te parece claro que tal "derecho", si alguien lo planteara, no debe ser garantizado.
    Yo opino igual.
    Parece realmente "ridículo", como bien dices.
    Pero hay otros ejemplos, no tan evidentes tal vez en su "ridiculez", aunque entran en la misma categoría, que llegan a ser planteados formalmente en una demanda
    http://www.libertaddigital.com/index.php?action=desaopi&cpn=27514

    Antonio

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  7. Concrete, por Dios, se lo ruego. No me mande otro enlace más. ¿No sabe usted poner un ejemplo, simplemente, en lugar de enviarme otro texto?

    En fin, rescataré yo el ejemplo de la persona en silla de ruedas en un concierto (supongo que ese no es un ejemplo ridículo). Pongamos que alguien se propone que los minusválidos tengan derecho a disfrutar de cualquier concierto como el resto de los mortales, y una ley dice que en todo concierto deberá haber al menos un lugar elevado por cada 1000 asistentes para minusválidos. ¿Algún problema con esa ley? A mí me parecería perfecto. No veo el problema.

    Vamos del ridículo de saltar diez metros a la obviedad de hacerle la vida un poco más fácil a un minusválido.

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  8. Esta última respuesta, junto a la primera, me hacen dudar del objetivo de esta discusión.

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  9. Aparte de dudar, podría usted responder, para variar. ¿Acaso tendría usted algún problema con esa ley?

    Sigo pensando que el documento de partida, el que usted envió, es ridículo. Contiene demasiadas afirmaciones ridículas. Comparar el "derecho" a saltar diez metros con el "derecho" (o no) de un minusválido a asistir a un concierto, es ridículo.

    Y me gustaría que respondiera usted explícitamente a mi pregunta planteada directamente: ¿Estaría o no estaría usted de acuerdo con una ley que obligase a cualquier concierto a poner unas tarimas elevadas accesibles para que minusválidos en sillas de ruedas pudieran también disfrutar del concierto? A mí me parece que esas tarimas valen cuatro duros, y que serían un detallazo para quienes más dificultades tienen para desenvolverse en nuestra sociedad. ¿Acaso no debemos hacerle la vida más fácil a esa gente? ¿Acaso no tienen derecho también a disfrutar del concierto?

    Me da que su respuesta es exactamente la misma que la mía. Me da que usted está a favor de esa ley. Me da que usted se ha dado cuenta de lo ridículo de la cuestión. Me da que ya no sabe usted si viene o si va.

    No deje de responderme, se lo ruego, si apoyaría o no apoyaría usted esa ley sobre las tarimas.

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  10. Pues le da a usted mal lo cual me lleva a pensar que no ha entendido nada de nada.
    Ya no tengo dudas del objetivo de esta discusión.

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  11. Hola.
    Legislación para todo y sin límites.
    Yo quiero minitarimas para chicas bajitas.
    Ni estar a ras de suelo ni tan altas como las de alguien que vaya en silla de ruedas.
    Por imperativo legal, si es posible.

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  12. "Pues le da a usted mal lo cual me lleva a pensar que no ha entendido nada de nada"

    No, si lo he entendido perfectamente. Si apenas hay nada que entender, aunque a usted le parezca que sí, que es una "teoría" con toda su chicha... en realidad es muy muy simple y sencillo.

    "Ya no tengo dudas del objetivo de esta discusión"

    Usted mismo. A mí me ha quedado clara una cosa: Los liberales quieren que las minorías se jodan y se aguanten. Defendiendo no se sabe muy bien qué, a los liberales les parece mal que se legisle para favorecer a los minusválidos, para hacerles la vida un poco más fácil. ¿Qué hay de malo en poner esas tarimas en un concierto?

    "Yo quiero minitarimas para chicas bajitas"

    Y entonces viene la puntilla. El ridículo. A mí me parece obvio, evidente, que se debe favorecer y tener en cuenta la situación especial de los minusválidos. Que deben hacerse rampas de acceso a los edificios, eliminar los bordillos de las aceras, etc. Y me parece genial que eso quede escrito por ley. "Tonterías" como playas accesibles a minusválidos o tarimas en un concierto, también me parecerían genial, y me parecería genial que una ley exigiera al menos un número de playas accesibles, y al menos unas tarimas en cada concierto. ¿Cuál sería el problema? De verdad que no lo veo. No veo ningún problema en absoluto.

    Lo contrario, pretender que el minusválido "se joda", simplemente, pues es que no lo entiendo. Por eso pensé que Antonio no se opondría a esa ley... pero sí, se opone.

    Pues muy bien. Pues yo no. Ya está.

    Comparar esa petición para minusválidos, con "minitarimas" para chicas bajitas, vamos, es tan tan ridículo, tan tan insensible con la vida que tiene que llevar quien está atado a una silla de ruedas... en fin.

    Me pregunto si Antonio o Sofie opinarían igual si fueran ellos quienes estuvieran atados a la silla de ruedas.

    Nadie estamos a salvo, por cierto, de que mañana nos toque a nosotros.

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  13. Y es que no es cuestión de ser liberal o no liberal. Es cuestión de aplicar el sentido común. El sentido común nos dice que un minusválido tiene derecho a una rampa para poder acceder a cualquier edificio público. Y el mismo sentido cumún nos dice que una señora bajita no tiene derecho a unos escalones bajitos, porque se apaña perfectamente con los normales.

    El sentido común nos dice que todo padre tiene derecho a educar a su hijo como desee. Pero, a la vez, el sentido común nos dice que la frase anterior tiene límites, y si un padre decide que apagar cigarros en la piel de su hijo debe fomar parte de su educación, entonces el Estado simplemente le quitará a su hijo, y dudo que nadie esté en contra.

    ¿O no? ¿Quizá Antonio o Sofie consideran que el Estado tampoco debe meterse en dónde apaga el padre sus cigarros?

    Mal vamos si la ideología se impone al simple sentido común.

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  14. "el sentido común"
    Acabáramos.

    Textos tan ridículos como los de este anónimo me hacen dudar del objetivo de esta discusión.

    Mal vamos por ese camino!

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  15. La democracia y la lucha por la libertad - José Carlos Rodríguez
    http://www.juandemariana.org/comentario/1520/democracia/lucha/libertad/

    La tesis de Powelson sobre la difusión del poder - José Carlos Rodríguez
    http://www.juandemariana.org/comentario/417/tesis/powelson/difusion/poder/

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  16. Libertad y sufragio - Albert Esplugas Boter
    http://www.juandemariana.org/comentario/274/libertad/sufragio/

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  17. «El liberalismo es el principio de derecho político según el cual el poder público, no obstante ser omnipotente, se limita a sí mismo y procura, aun a su costa, dejar hueco en el Estado que él impera para que puedan vivir los que ni piensan ni sienten como él, es decir, como los más fuertes, como la mayoría. El liberalismo –conviene hoy recordar esto– es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a la minoría y es, por lo tanto, el más noble criterio que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el enemigo: más aún, con el enemigo débil. Era inverosímil que la especie humana hubiese llegado a una cosa tan bonita, tan paradójica, tan elegante, tan acrobática, tan antinatural. Por eso, no debe sorprender que prontamente parezca esa misma especie resuelta a abandonarla. Es un ejercicio demasiado difícil y complicado para que se consolide en la tierra» (José Ortega y Gasset, «La rebelión de las masas», México, 1937, pp. 81-82).

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