lunes, 11 de agosto de 2008

Comentarios a Albert Esplugas (4/5)

  1. Un mismo nacionalismo se manifiesta de formas distintas dependiendo de las circunstancias. Si la lengua catalana fuera hablada por 400 millones de personas y tuviera el peso (mediático, económico etc.) que tiene el castellano en Cataluña, es posible que muchos nacionalistas no percibieran la necesidad de protegerla. Aunque esa es la impresión de mucha gente fuera de Cataluña, el castellano no está en peligro de extinción ni entra en la agenda política de la mayoría de catalanistas acabar con el bilingüismo. Equivocados o no, la mayoría de quienes defienden las políticas de inmersión lingüística lo hacen en base a argumentos proteccionistas: si no se defiende el catalán desde la Administración será desplazado por el castellano en el largo plazo. Para mucha gente es el catalán el que está en peligro de extinción (tiendo a estar de acuerdo con esta visión) y ése es el motivo por el que demandan la protección del Estado (ahí es donde yo discrepo). Por tanto, la defensa mainstream de la inmersión lingüística, aunque sea errónea, no tiene nada de nazi en particular (o es tan nazi como tantas otras políticas proteccionistas en otros ámbitos).
Vaya, he aquí la ley de hierro del nacionalismo, enunciable con esta proporción: cuantos menos, más bestias.
Los nacionalistas españoles deberían ser casi inocuos, con 400 millones de español-hablantes, pero ni por esas. Los nacionalistas catalanes son bastante mansos porque aún son unos cuantos millones. Pero los nacionalistas ñaka-ñaka son unos verdaderos fieras, porque los ñaka-ñaka son sólo media docena, y, de ellos la mitad unos traidores que han dejado de hablar el ñaka-ñaka y se han pasado al oki-oki, lengua de una tribu vecina y tradicional enemiga que son tropecientos, pero en la que hay unas mujeres muy atractivas, y... en fin, pasan esas cosas que corrompen las naciones y hay que evitar a toda costa.

El voluntarismo y el subjetivismo del articulista se manifiesta también en la elasticidad histórica:
Un mismo nacionalismo se manifiesta de formas distintas dependiendo de las circunstancias.
En esta prodigiosa formulación hay un elemento hard, el nacionalismo, que permanece constante, aunque varíe su conducta, y un elemento soft, que son las circunstancias. Porque, en efecto, un invento de Prat de la Riba, de hace poco más de un siglo, es una constante histórica inamovible, pero que el catalán tenga cuatro millones de hablantes o cuatrocientos son circunstancias mudables.
En función de esas circunstancias, el nacionalista -que es casi como decir el homo sapiens- segrega más o menos adrenalina, se le eriza más o menos la pelambrera, y percibe más o menos la necesidad de protegerse la lengua.

¿Y cómo se protege la lengua todo buen nacionalista demócrata? Introduciéndola, velis nolis, en la boca de los nacionalistas de la otra nación -que no deben ser demócratas, a juzgar por su conducta omisiva-.
Sobre las impresiones de mucha gente fuera de Cataluña -probablemente nacionalistas españoles (dudosamente demócratas, claro)- yo no sé si habrá alguien tan estúpido como para temer que el castellano esté en peligro de extinción. Probablemente sí, porque hay de todo. Pero este planteamiento de la cuestión es típicamente nacionalista, y, tengo que decirlo, tramposo. Querría decir estúpidamente tramposo, pero no lo afirmo porque si es capaz de persuadir a un publicista inteligente como el Sr. Esplugas, algún mérito debe tener.

El problema es el siguiente:
En las regiones con lengua privativa los nacionalistas la han impuesto, con exclusión de la común, en todos los ámbitos cautivos o sometidos al poder público, muy especialmente en la educación, absolutamente nacionalizada a estos efectos -y a otros-, y en la administración pública. Y tratan de hacerlo en todo lo privado que pueden condicionar de algún modo, desde la liturgia católica la economía -comercio, etiquetaje, contratación pública, ... todo aquello que subvencionan o condicionan de cualquier otro modo-. Y hacen todo esto frente a la evidencia -que han constatado y reconocido expresamente- de que, donde no llegan, es decir, donde se refugia la libertad residual, la gente sigue siendo 'anormal' ...

Así pues, quienes acaso incurrimos en el exceso retórico advertido por el autor, no abrigamos temor alguno por 'la extinción del castellano' -ni siquiera practicamos el credo ecolingüista de que haya que proteger lengua alguna -propia o impropia-, ni nos paramos en la lista de las lenguas en extinción, palabrería nacionalista que trufa y estraga el discurso del Sr. Esplugas-. Simplemente sostenemos que los nacionalistas demócratas suprimen la libertad de lengua en todo aquello que pueden controlar o condicionar. Algunos decimos más: el caprichito de que todo el mundo acabe hablando como al nacionalista le dé la gana no es el fin -ni siquiera el nacionalista demócrata es tan estúpido-, sino un medio para que todo el mundo acabe pensando de la misma manera, y a la lengua en extinción anude la nación oprimida y todos sus corolarios. Ni siquiera es necesario expresarse en catalán, porque la linguomanía nacionalista -al servicio de esos nacionalistas demócratas- puede expresarse perfectamente en castellano, como demuestra el Sr. Esplugas, y es tal vez en castellano como rinde mayores servicios a la causa, aunque no creo que sea su intención en este caso.

Dice que
no entra en la agenda política de la mayoría de catalanistas acabar con el bilingüismo
Lo que, manifiestamente, entra en la agenda de los nacionalistas es relegar la lengua propia de cientos de miles de personas a lo coloquial, a lo familiar -ancilar- y privado, y mutilar absolutamente la posibilidad de acceso a la cultura letrada en esa lengua [la mutilación mental infligida a los escolares inmersos en las lenguas llamadas propias, a los que se priva del derecho de acceder a una cultura definida por las destrezas letradas, y no por la alfarería ni por las danzas regionales.] -pese a la indigencia, mayor o menor, de la disponible en la otra- La degradación consiguiente hará el resto.

... la defensa mainstream de la inmersión lingüística, aunque sea errónea, no tiene nada de nazi en particular (o es tan nazi como tantas otras políticas proteccionistas en otros ámbitos)

Admitamos, a efectos dialécticos, que la inmersión brutal, ofensiva, humillante, atentatoria contra la dignidad de sus víctimas -aunque es por su bien- en Cataluña, en Vascongadas, Navarra, Galicia y Baleares, no tiene nada de nazi, o no más que otras políticas proteccionistas en otros ámbitos. ¿Por ejemplo en materia de espacios naturales? ... ¿de especies animales en extinción? ... ¿de masas forestales contra el riesgo de incendios? Me gustaría un ejemplito. ¿de mujeres en riesgo por violencia doméstica?
La necesidad de forzar el argumento conduce al Sr. Esplugas a un relativismo insostenible, porque eso que llama políticas de protección, consistentes en la erradicación mediante penalización, de la posibilidad de usar su lengua en la escuela a cientos de miles de alumnos -art. 13 del decreto 124/07 de la Junta de Galicia- no es asimilable a 'otras políticas proteccionistas en otros ámbitos'. Recuerda más, salvadas las distancias, a algunos aspectos de las leyes de arianización del III Reich.

---[continúa]---

1 comentario:

  1. Soberbio:
    El problema es el siguiente:
    En las regiones con lengua privativa los nacionalistas la han impuesto, con exclusión de la común, en todos los ámbitos cautivos o sometidos al poder público, muy especialmente en la educación, absolutamente nacionalizada a estos efectos -y a otros-, y en la administración pública. Y tratan de hacerlo en todo lo privado que pueden condicionar de algún modo, desde la liturgia católica la economía -comercio, etiquetaje, contratación pública, ... todo aquello que subvencionan o condicionan de cualquier otro modo-. Y hacen todo esto frente a la evidencia -que han constatado y reconocido expresamente- de que, donde no llegan, es decir, donde se refugia la libertad residual, la gente sigue siendo 'anormal' ...


    Y todo lo demás también.
    Saludos

    HMV

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