ABC - 19/04/2011
EL sumo sacerdote del periodismo de corrección izquierdista de este país es Iñaki Gabilondo. «Su palabra es la ley» para muchos españoles —y españolas, que diría— que lo consideran el yerno ideal. Idealista, tierno, vulnerable, sensible, es el adalid de lo políticamente correcto y lo periodísticamente humano. Porque no levanta la voz mientras sufre por nosotros. Por los vascos, por supuesto, y por los bosques, por el cambio climático y los linces, por los toros, por los visones de granja y por los despedidos por crueles directivos que encima se pagan primas —salvo si se llama Cebrián—. Por la ceguera y la violencia de los hombres y las cuitas eternas de las mujeres, buenas y sabias todas menos Esperanza Aguirre. Sufre por la brutalidad de los norteamericanos blancos y heterosexuales, por las almas tiernas de todo inmigrante de color. Sufre por el colonialismo que fue y las multinacionales opresoras de hoy. Detesta a la derecha que exporta armas y le decepciona la izquierda que las exporta mucho más. Es incondicional en su adhesión a las víctimas tras un atentado pero implacable con sus familiares dos días después si caen, pobres imbéciles, en las garras manipuladoras de la derecha.. Le duele mucho la hostilidad en España hacia el Islam moderado, tan tolerante. Tanto como la zafiedad y el fanatismo de los católicos españoles, siempre empeñados en azuzar cruzadas. Le indignan, eso sí, la Iglesia, guarida de pederastas y el Vaticano, centro de conspiración antidemocrática.
Y le asusta mucho, muchísimo, la ultraderecha. Hay muchísima, ya saben. Baste decir que están allí donde se viola el código de buena conducta de Gabilondo. Desde la derecha que no quiere ser partido satélite en un régimen socialista, a cualquier ciudadano europeo harto de pagar impuestos para que los sindicalistas españoles o griegos se suban los sueldos y arramplen con las subvenciones, todos son ultraderechistas. Ante tal amenaza, llama sin cesar a unirse al movimiento de la verdad humanista que son Felipe —¡que pena lo del GAL!—, Zapatero, —¡tan bueno y tan mala suerte!— y él, el trovador de la armonía que habla de consenso con Zapatero ante las cámaras para convenir con él después en las virtudes del enfrentamiento y la tensión. Rajoy es bueno cuando va a radio Gabilondo a imitar las letanías socialdemócratas, pero un canalla cobarde en cuanto le pone una pega al presidente Zapatero. Últimamente le preocupa el fascismo en televisión, porque hay canales muy modestos que dicen cosas que a él no le gustan, mientras el canal que decía todo lo que le gusta a él cerró por quiebra. Ahora dice que se meten con él. No sabe lo que es eso. Sólo los amigos de Gabilondo tienen secciones fijas en periódicos y televisión para insultar a periodistas discrepantes. Para sacar a diario de contexto sus frases, tergiversarlas y manipularlas y alimentar foros de odio para partidarios de palizas, cerrar televisiones y acabar con «los fachas».
Ahora dice Gabilondo que Aznar es un traidor. Por decir que nuestra economía va mal. Lo dice el amigo de quien negociaba con ETA a espaldas del Gobierno de España mientras firmaba con éste un pacto antiterrorista. Las palabras públicas no pueden ser traición, los acuerdos secretos con enemigos del Estado lo son. Quien ayudó a asediar las sedes del enemigo en jornada de reflexión. Quien aplaude unas negociaciones en las que se dijo que «lo que conviene al Gobierno conviene a ETA y viceversa». Quien jaleó un acuerdo con separatistas y terroristas a partir de El Tinell para proscribir a media España. ¿Y de traición nos habláis?
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