De advertencia calificó alguna prensa esta reflexión del presidente Aznar en la entrega de un premio a Vargas Llosa:
Aplicado a lo nuestro, significa que si España puede dividirse, Cataluña, también. Si la unidad de España no es sagrada, la de Cataluña tampoco. Si se hiciera realidad el proyecto de los nacionalistas, y los dioses les castigan con el cumplimiento de sus deseos, una parte de Cataluña que quisiera quedarse en España tendría todo el derecho a hacerlo. Por supuesto, los secesionistas prefieren afrentar a la coherencia antes de reconocer que la ruptura que preconizan incluye la posibilidad de romper con ellos. Pero está ahí, ineluctable. Un referéndum para separarse de España abre la puerta a un referéndum para separarse de Cataluña. Y la Generalitat habría de aceptar, mal que le pese, que Barcelona y su periferia, pongamos, decidieran permanecer en España. O mandar a la Guardia Urbana mientras pide una intervención de la OTAN.
En cualquier caso, la fractura catalana estará servida desde el instante en que el tejido constitucional se rasgue. Sólo los pánfilos que creen –y los listos que hacen creer– que Cataluña es monolítica y unánime pueden ignorar tales consecuencias. Los efectos desintegradores sin límite que ya presagió Popper cuando las monarquías imperiales europeas se deshicieron invocando la autodeterminación. Es un principio contradictorio, sostuvo, pues la liberación de pueblos y minorías crea más minorías. Y más conflictos.
Y tanto. Lejos de la advertencia, y lejos de la amenaza que hacían latir bajo esa advertencia, las palabras de Aznar se limitan a constatar. Constatan algo de lo que, naturalmente, no quieren oír hablar los secesionistas, aunque anida implícito en su propio planteamiento. Lo explicaba con claridad canadiense el politólogo quebequés Stéphane Dion, que en su etapa ministerial impulsó el dictamen del Tribunal Supremo sobre las pretensiones de Quebec: "El principio de que no se puede retener a nadie contra su voluntad tiene que aplicarse en todas las direcciones". Esto es, no se puede declarar la divisibilidad de un Estado sin aceptar, al mismo tiempo, que también es divisible el futuro Estado desgajado. Aquel dictamen del Supremo validó este razonamiento impecable. Si una parte del territorio de Quebec opta por seguir en Canadá, tiene derecho a ello. No se pueden usar dos varas de medir.España sólo podría romperse si Cataluña sufriera antes su propia ruptura como sociedad, como cultura y como tradición. Cataluña no podrá permanecer unida si no permanece española. Quien piense que sólo está en juego la unidad de España se equivoca. Antes de eso, está en juego la integridad de Cataluña.
Aplicado a lo nuestro, significa que si España puede dividirse, Cataluña, también. Si la unidad de España no es sagrada, la de Cataluña tampoco. Si se hiciera realidad el proyecto de los nacionalistas, y los dioses les castigan con el cumplimiento de sus deseos, una parte de Cataluña que quisiera quedarse en España tendría todo el derecho a hacerlo. Por supuesto, los secesionistas prefieren afrentar a la coherencia antes de reconocer que la ruptura que preconizan incluye la posibilidad de romper con ellos. Pero está ahí, ineluctable. Un referéndum para separarse de España abre la puerta a un referéndum para separarse de Cataluña. Y la Generalitat habría de aceptar, mal que le pese, que Barcelona y su periferia, pongamos, decidieran permanecer en España. O mandar a la Guardia Urbana mientras pide una intervención de la OTAN.
En cualquier caso, la fractura catalana estará servida desde el instante en que el tejido constitucional se rasgue. Sólo los pánfilos que creen –y los listos que hacen creer– que Cataluña es monolítica y unánime pueden ignorar tales consecuencias. Los efectos desintegradores sin límite que ya presagió Popper cuando las monarquías imperiales europeas se deshicieron invocando la autodeterminación. Es un principio contradictorio, sostuvo, pues la liberación de pueblos y minorías crea más minorías. Y más conflictos.
Ya se vió el 12 de octubre la capacidad de mobilización de la Catalunya unionista. Tu argumento estaba bien hasta esta fecha. Ahora ya no. En Catalunya hay distintos pareceres y sensibilidades, pero no hay fractura. Este fantasma ya no lo podéis utilizar.
ResponderEliminarLa respuesta es: Sí, la unidad de Cataluña es sagrada.
EliminarPues se me ocurre al hilo una posible cuestión que no debería pasar inadvertida. Si acaso se hiciese el referéndum, que me imagino que debería ser obligatorio para toda la ciudadanía, y aceptando las condiciones impuestas desde Cataluña, como que sólo sea un referéndum en Cataluña (independientemente de donde quieran poner las fronteras) ¿Qué pasaría si sale en algún pueblo, alguna ciudad, o alguna capital de provincia, el NO? Aun saliendo el SI con la mayoría suficiente en todo el computo, sin lugar a dudas habrían poblaciones que el NO ganaría. ¿Y eso cómo se catalogaría? Pongamos por ejemplo a una población rodeada por todos lados de simpáticos catalanes ¿pasaría algo parecido a la aldea de asterix, y los románticos romanos? Sólo por eso, en deseos me gozo.
ResponderEliminarSuspender la Autonomía de Cataluña si incumple la Constitución que ella también votó, sería un acto que la Unión Europea debería condenar, privando de derecho de voto a la agresora España, como hizo cada vez que el Reino Unido suspendió la autonomía del Ulster.
ResponderEliminarUtilizar el ejército para mantener el orden en un territorio que se declarara a si mismo fuera de la ley común sería un acto de fuerza del peor fascismo, que debería ser contrarrestado con tropas de la ONU, como se ha hecho con la presencia de tropas del Reino Unido en el Ulster.
Un país que utiliza la fuerza para detener la secesión unilateral de una parte de su territorio debe quedar por siempre aislado internacionalmente, como los EEUU después de la Guerra de SECESIÓN de los Estados Confederados de América, que representaban aproximadamente la mitad de su territorio.
Eso al menos es lo que parecen creer los nazionalistas catalanes, y lo que no me extrañaría enseñasen en las escuelas que dependen de ellos. Al fin y al cabo, quien se ha inventado un Reino y una Monarquía Catalana que nunca existió (existió el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona) son capaces de eso y mucho más. En su obra 1984, al describir la reescritura de la historia, Orwell se quedó corto. Por cierto, que los ojos de Orwell se abrieron precisamente en Barcelona, al ver la aniquilación de los anarquistas y el POUM por los Guardias de Asalto a las órdenes de la muy demócrata Generalitat Catalana.
A los nacionalsocialistas catalanes hay que avisar de que tendran que matar o expulsar a los 30% de la poblacion actual, lo que pasa que ellos van a resistir para proteger a sus familias y sus propiedades asi que la Guerra Civil esta servida. La guerra civil es cuando matan a tu padre, violan a tu madre, tu hermano regresa del frente sin una pierna y tu hermana debe prostituirse para mantener a la familia. No, no es agradable pero los bandidos-politicos siempre pescan en las aguas revueltas.
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