jueves, 2 de abril de 2009

«Nunca debimos sacar la fecundación humana del seno materno»

Este título sintetiza la postura actual de la Iglesia Católica (IC) y sus más fieles seguidores en lo que respecta a la FIVET (fecundación in vitro y transferencia del embrión).
Sobre esta cuestión la IC mantiene una postura muy clara y rechaza incluso el caso hipotético más simple de fertilización homóloga (dentro del matrimonio y ambos gametos son de los propios cónyuges) y sin embriones sobrantes. De la Instrucción Donum Vitae, incluidas cursivas:

La concepción in vitro es el resultado de la acción técnica que antecede la fecundación; esta no es de hecho obtenida ni positivamente querida como la expresión y el fruto de un acto específico de la unión conyugal. En la FIVET homóloga, por eso, aun considerada en el contexto de las relaciones conyugales de hecho existentes, la generación de la persona humana queda objetivamente privada de su perfección propia: es decir, la de ser el término y el fruto de un acto conyugal, en el cual los esposos se hacen "cooperadores con Dios para donar la vida a una nueva persona".
Estas razones permiten comprender por qué el acto de amor conyugal es considerado por la doctrina de la Iglesia como el único lugar digno de la procreación humana. Por las mismas razones, el así llamado "caso simple", esto es, un procedimiento de FIVET homóloga libre de toda relación con la praxis abortiva de la destrucción de embriones y con la masturbación, sigue siendo una técnica moralmente ilícita, porque priva a la procreación humana de la dignidad que le es propia y connatural.
Ciertamente la FIVET homóloga no posee toda la negatividad ética de la procreación extraconyugal; la familia y el matrimonio siguen constituyendo el ámbito del nacimiento y de la educación de los hijos. Sin embargo, en conformidad con la doctrina tradicional sobre los bienes del matrimonio y sobre la dignidad de la persona, la Iglesia es contraria desde el punto de vista moral a la fecundación homóloga "in vitro"; ésta es en sí misma ilícita y contraria a la dignidad de la procreación y de la unión conyugal, aun cuando se pusieran todos los medios para evitar la muerte del embrión humano.
Compárese esto con las siguientes palabras de uno de los firmantes de la Declaración de Madrid, Inma Castilla de Cortázar (me permito otra cita amplia) [1]:
El óvulo, envuelto en la zona pelúcida (o corona radiante), empieza a descender lenta, majestuosamente, desde el ovario por las fimbrias a la trompa. Sin embargo, desde el cuello uterino ascienden precipitadamente hacia la trompa, tras ser capacitados, un ejército de espermatozoides (40-250 millones por mL de semen).
[...] esta manifestación de magnificencia de la naturaleza introduce un elemento de selección casi misterioso. Ese óvulo (sólo uno disponible cada mes, en condiciones normales) es fecundado por un único espermatozoide, histórico momento, que habrá dado lugar a cada uno de nosotros, y no a una hermana o un hermano nuestro, de nuestra misma edad.
En este punto, podríamos preguntarnos: ¿quién está legitimado para seleccionar el óvulo o el espermatozoide que van a dar lugar a un individuo único e irrepetible, en lugar de a otro? Desde esta perspectiva es congruente entender que las personas tenemos derecho a nacer por un acto de amor de nuestros padres y por ese otro componente “mágico” -de azar o providencia- que hizo que fuéramos nosotros, cada uno de nosotros y no otro. En este contexto, se comprende que el acto conyugal sea el único digno de una procreación responsable y estrictamente respetuosa, que no admite ningún tipo de delegación sustitutiva [aquí cita la Instrucción Vaticana Dignitas personae].
No parece necesario insistir mucho en la enorme (por no decir total) confluencia de intereses entre la Iglesia por un lado y los convocantes de la manifestación del 29-M por otro, si bien se trató de hacer ver que, de alguna forma, los postulados de la Declaración de Madrid pueden sustentarse en toda su extensión desde un punto de vista estrictamente científico. Lo que ya vimos en el anterior comentario que no es exacto. Pero es que además sabemos que la ciencia no ha determinado a día de hoy (y tal vez esté fuera de sus capacidades) cuál es el momento en el desarrollo de un embrión en el que podemos considerar que tenemos a una persona o individuo, con todos sus derechos. Y tratar de llevar la ciencia más allá de sus límites a favor de una ideología previa es caer en el cientifismo.

En este sentido, aunque no se trata de un documento doctrinal de la IC, encuentro muy acertado este comentario de la Declaración final de la XII Asamblea General de la Academia pontificia para la vida, que celebró un Congreso Internacional sobre el tema: "El embrión humano en la fase de la preimplantación. Aspectos científicos y consideraciones bioéticas" (27-28 de febrero, 2006):
¿De todo ello se puede concluir que el embrión humano en la fase de la preimplantación ya es realmente una persona? Es obvio que, tratándose de una interpretación filosófica, la respuesta a esta pregunta no es de "fe definida" y permanece abierta, en cualquier caso, a ulteriores consideraciones.

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[1] En su lección magistral en la Universidad San Pablo CEU con ocasión de la Festividad de Santo Tomás de Aquino, titulada: Bioprotección: de la ciencia a la conciencia (28 de enero de 2009).
Inma Castilla de Cortázar Larrea es actualmente decana de la Facultad de Medicina de esta Universidad y aparte de su importante producción científica destaca por su activismo cívico como vicepresidenta del Foro Ermua.

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[Actualización]
Dios ama al embrión. Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a un congreso organizado por la Academia pontificia para la vida (27 de febrero de 2006).

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Ver también:
- Ecce homo?
- Bebé medicamento
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7 comentarios:

  1. es que intentar establecer cuando se pasa de algo no humano a humano de un embrión es una trampa, pero la ciencia dice que cuando hay un óvulo fecundado tiene su propio genoma y su secuencia de ADN propia, con lo que ya es algo distinto a la madre.

    es decir, que se trata de una vida con su secuencia de ADN independiente, hasta dónde yo sé esa secuencia de ADN es humano, con lo que tenemos ya una vida humana, a no ser que los proabortistas piensen que en realidad es ADN de una cebolla.

    saludos

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  2. Un interesante documento que resume algunos de los puntos esenciales de la doctrina católica a propósito de estatus del embrión.

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  3. "Puede mencionarse, en cambio, la objeción derivada de la existencia de gemelos monocigóticos, que mostraría, según algunos, que un cigoto puede llegar a ser dos individuos; habría en consecuencia un periodo en el desarrollo del cigoto que sería preliminar a la existencia de un ser humano individual. Los datos biológicos no parecen, sin embargo, sustentar esta tesis. Las observaciones muestran más bien que en este caso, muy poco frecuente, existe un ser humano primero del que se origina luego un segundo, y no un sistema indeterminado que llegaría a formar luego dos sistemas determinados."

    Gracias, resulta interesante observar estos contorsionismos intelectuales: "existe un ser humano primero del que se origina luego un segundo"
    Es decir, efectivamente, "un cigoto puede llegar a ser dos individuos"

    Con la quimera ni un triste intento.

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  4. un cigoto es una vida humana, aunque esta luego derive en dos individuos, o ahora resulta que un cigoto es una vida vegetal con ADN de búfalo....

    saludos

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  5. Eso es. También el óvulo sin fecundar es vida humana aunque finalmente no derive en ningún individuo. Algo he comentado ya sobre eso en otro comentario vinculado a éste.

    Lo principal, creo yo, es determinar aquí cuando aparece una persona con todos sus derechos.

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  6. Pues resulta evidente, desde mi punto de vista, que ese feto se convierte en persona cuando es expulsado del cuerpo de su madre. Por ello antes es feto y luego neonato.

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  7. Otra vez un "desde mi punto de vista"...

    ¿Y algo que no dependa del punto de vista de cada uno?

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